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DOCUMENTOS

CXIII

ocasión: «yo la até, qué importa!» Los testigos cita–

dos dicen lo mismo.

Fray Bernardino de Cigarra, vicario

in capite

del

convento de Santo Domingo, en Buenos Aires, en

treinta de marzo del dicho año de milly seiscientos

y seis, err una carta escribe al comi:::;ario [dice]

lo siguiente:

«A este puerto llegó un herrnitaño llamado el Gran

Pecador, el cual trajo á la mujer de Diego López de

Lisboa á este reino, y enfadándose el dicho Diego

López de Lisboa con el hermitaño, dijo el hermitaño

á mi y á otras personas des te puerto que por el favor

que había tenido con el MarquésdeDenia; aunque era

la mujer de Diego López de Lisboa de las prohibidas

para no poder pasar acá

á

este reino, la había traído

con licencia del Rey, pero no con licencia de los se–

ñores Inquisidores del Santo Oficio. Lo que de nuevo

tengo que avisar á vuestra merced es que Diego Ló–

pez de Lisboa é yo venimos jur1tos desde la villa de

Potosí hasta la ciudad de Esteco, y en el camino re–

paré en_ tres cosas: la primera, que á un caballo

rucio que venia en su compañía le llarnaba Pedro;

la segunda, que viernes y sábados comía carne;

decía que venía enfermo, aunque no se le echaba de

ver en yl rostro; la tercera, que cuando vía alguna

iglesia de los pueblos de los indios y de otras partes,

apuntaba con el dedo hacia allá y decía «aquello que

albeja debe de ser igreja)); y esto con muchos me-·

neos, que parecían de menosprecio; y

reparé en

una cosa, y es que, cuando no vía iglesia, no hacía

aquellos ademanes, pero en viéndola, allí era el vo–

cear y el menearse y hacer las cosas que tengo re–

feridas. Aviso desto, por no poder ir en persona.

Baltasar de los Reyes, en la dicha ciudad de San-