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LA INQUISICIÓN

bunal de Lima Arenaza y Gárate, se vió todavía

que el gobernador en persona, el obispo de la dióce–

sis

y

.el de Chil>e, que esperaba

all~

su

consagra~ión,

habían salido á recibirle.

No faltó tampoco ocasión en qne se mostrara que

aÚ'n poco después los puestos de la Inquisición eran

todavía a.petecidos y buscados. A este respecto es

interesante conocer lo que ocurrió entre dos acredi–

tados vecinos de Buenos Aires con motivó del titulo

de alguacil mayor del Santo Oficio.

Don Manuel Antonio \iVarnes obtuvo

el

puesto en

29 de Noviembre de

1766;

pero habiendo escrito

á

Lima para que se le pusiese en posesión ele su em–

pleo, resultó que estaba ejerciendo el cargo don

Ma~

riuel Alfonso ele San Ginés. Con vista de esto, se clió

orden por el Inquisidor General para que mientras va–

caba el destino, tuviese el grado de familiar más an–

tiguo, de que se le puso en posesión en 1774, proce–

diendo á tlesempeñar <das demás obligaciones ele su

cargo co:9 exacütucl; y católico celo.>>

Mas, en 1784

llegó de Ljmadon Juan José Lezica con el título de

alguacil mayor futurario en Buenos Aires, cuya mer–

ced, dice vVarnes, obtuvo <<COn los feos Yicios ele

SU–

brepción y obrepción,» suponiendo que vVarnes ha–

bía muerto. Representó el comisario al Tribunal lo

que pasaba, y se contestó ele Lima que como vYarnes

diese

600

pesos, que se consideraban precisos .para

sus pruebas genBalógicas, se le otorgarla el corre -

pondiente pase á su tHulo.

Hizolo así vVarnes el mismo dia en que supo lo

resuelto por el Tribunal

y

solicitó á la vez que se le

permitiese reemplazar á San Ginés durante su

lar–

gas ausencias

y

enfermecl~des,

y la respuesta fué que

quedaba exhonerado en su empleo de alguacil. Mue-