EN EL RÍO DE
LA PLATA
f255
go se supo que el difunto prelado había dejado un
estante entero lleno de libros prohibidos,
1
y con esta
notic,ia el comisario se dirigió al virrey don Pedro
Melo de Portugal, manifestándole que aquellos libros
no podían tener lugar en el inventario y que, como
del Santo Oficio, debían pasar á .sus manos. Negóse
el virrey á semejante petición, y hubo así de procederse
al inventario, y concluido éste, se mandaron entre–
gar al Cabildo eclesiástico, á quien los había legado
el obispo, y los prohibidos fueron mandados remitir
al Tribunal de Lima, en virtud de orden expresa de
éste.z
'
En ese mismo año se denunciaban al Santo Oficío
1.
Entre los libros prohibidos de la biblioteca del Obispo figuraban
una edición del
Paraíso perdtdo
de Milton, en francés;
la~
Cartas
de vanos fudíos
á Voltaire; un tomo de Rousseal.'l (probablemente el
Cont1·ato social
reimpreso en Buenos Aires algunos años más tarde);
la
Historia de Fr. Ge1·undta;
un Flavio ]osefo; la
Historia de Amé–
'f,'ica
de Robertson; las obras de Voltaire
y
de Montesquieu; el
'Dic–
cionario de 'Bayle,
que estaba prohibLdo aún para los que tenían
licencia; la
Historia Jitosó.fica de tos establecimientos,uUraman–
nos.
y el Filangieri
2.
Cuando los inquisidores tuvieron noHcia de que el Virrey no
quería entregar los libros prohibidos al Comisario, no pudieron me–
nos de reconocer que estaba ep su derecho, como que eran del Rey,
á quien pertenecían los expolias de los obispos. «Previendo, decían,
al Consejo que nunca se entregarían al Santo Oficio, se limitaron
á escribir al Comisario que pidiese al Virrey quedasen guardados
con separación en una pieza de los reales almacenes á cargo de don
Antonio Carrasco, contador general de Real Hacienda.»-Carta al
Consejo de 7 de Marzo de 1797.
De modo, pues, que obtuvieron por esta parte lo que nunca se
imaginaron; y cuando el Comisario les anunció que qué haría con
los libros prohibidos, el fiscal fué de opinión que se ,quemasen
«por no ser útiles á persona alguna»; pero ellos dispusieron que se
les enviasen á Lima.
En el Memorial de D. Pedro de Logu al Consejo, que va inserto
entre los Documentos, hallará también el lector la historia de un su–
ceso análogo ocurrido con ocasión de la muerte del obispo Peralta,