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LA INQUIS•ICIÓN

hía sido yerro del comisario,

y

que debía remi–

tirse copia de todo al Consejo, <<coú certificación de

que los reos de mayor gravedad se hallan en el vi–

rreinato de Buenos Aires, especialmente en los de–

litos de irreligiosisimas proposiciones

y

solicitación

ad tarpia,

para que se comprenda que aquel reino

camina á su ruina

y

por causa ele sus malignos

é

in–

ficionados abogados, como se demuestra por las ac–

tuares causas de los Pazos, de don José Fabino

Blanc0

y

don Antonio Binete)),;

Un incidente en que salió un tanto ajada la digni–

dad inquisitorial 0curría también por esos días en

la ciudad de Corrientes.

El comisario del Santo Oficio en aquel pueblo,

don Juan José Arce, debía pro0eder á la lectura de

los edictos de fe

y

anatema en uno de los domingos

de la cuaresma de

1804.

A este intento, pasó oficio

al Cabildo secular anunciándole que la víspera iba

á darse el pregón por las calles, á són ele caja

y

con

acompañamiento militar,

y

que el domingo

pasa.se

á su casa á acompañarle

á

la iglesia. Para el mismo

efecto previno al cura don Juan Francisco de Castro

que se presentase con la cruz alta enlutada,

y

dis–

pusiese en la parroquip, lo necesario para la publi–

cación,

y

que la misa la cantase por sí ó por otro.

A los prelados de los conventos les previno tambíén

qu,e ese día no hicieran en sus iglesias fiesta alguna

ni sermón.

Dispuestas así las cosas, el19 de Febrero, primer

doh1ingo de cuaresma, por la tarde se publicó el

bando «por las calles públicas

y

acostumbradas,

habiendo salido el señor comisario don Juan José

Arce, don Francisco Quevedo, familiar

y

teniente-

l.

Informe fiscal del Dr. Ruiz Sobrino, de

11

de Julio cte'

1806.