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EN EL RÍO DE LA PLATA

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alguacil mayor del Santb Oficio, y el notario,

á

caba–

llo, con instrumentos músicos de violines, por falta

de clarines y atabales,

y

un tambor y

á

voz de pre–

gonero, se hicieron varios pregones)).

Mas, llegó el día de la lectura del edicto

d~

fe. La .

primera diligencia del cura fué mandar preguntar al

comisario si la misa sería cantada, pregunta inofi–

ciosa, como que siempre era la que se decía los do–

mingos, y así había ordenado el comisario que fue–

ra. Pero llega éste

á

la iglesia adornado de sus in–

signias inquisitoriales, y con gran sorpresa suya

y de los numerosos fieles que asistían en el terri-.

plo, congregados allí desde seis leguas

á

la redolil–

da, en virtud del pregón, y se encuentra con .que

la misa es rezada.

Para proceder así el cura; se sentía apoy.ado. del

notario mayor del Obispo, que era su cuñado, y del

mismo

dioces~no,

que no miraba con buenos ojos

aquellas ceremonias, hasta entonces desusadas

~llí,

y evidentemente depresivas

~e

su ordinaria· juris–

dicción. El comisario afladía que el cura, como in–

teresado en obtener el cargo inquisitorial que él des–

empeflaba, no omitía medios para desairarle y des–

acreditarle, y que no obstante ser un hombre ébrio

y de costu,mbres muy reprensibles, se veía sostenido

en la curia episcopal.

Desairado, salió, pues, aquel día de la iglesia, con

gran contento del cura; pero llegó el domingo en que

debía publicarse el segundo edicto, y para que el .

desaire no se repitiera, cuidó de llevar los · músicos

del convento de la Merced, cuyo comendador era

muy su amigo, y el mismo, después de practicar

las ceremonias de estilo en tales casos, subió al púl–

pito y predicó el sermón de anatema.