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IV

LA INQUISICIÓN

ca.buceros de guarda de día y de noche; y viendo

que en la ciudad de Santiago no podían sustentar–

se, porque siempre habían de estar recatados y ve–

lándose, acordaron de salir de allí todos los amo–

tinados, con los demás que los quisieron seguir, y

viniéronse á unos montes, donde están unos indios

de guerra, que se llama Esteeo, que son indios que

yo tengo repartidos en las ciudades que tengo po–

bladas en aquella tierra, tra:yendo á mí y

á

mis hijos

siempre presos y con

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grillos, unas veces determi–

nando de matarnos y otras no osando; y al fin fué

Dios servido que -acordasen en un acuerdo, que fué

concertarse con un clérigo que había sido con

ellos en la ·cmnsult-ary mothJ:,".Y hiciéron.]e ellos mis–

mos vicario--y dijéró11lw :

que

·procediese contra mí

por la Inquisición, y ellos fueron los testigos,y el

clérigo el juez;

y

con esto les par.esció que podían

enviarme á esta Audiencia, donde yo di gracias á

Dios, entendiendo que venía donde hallaría quien

hiciese justicia de los tiranos, y no hallé sinó quien

los favoreciese, por lo cual entiendo que ellos de–

cían verdad, que el Presidente desta .Audiencia y el

Obispo se lo habían mandado, porque él no ha con–

sentido que ninguno dellos se castigue, antes se

anduvieron paseando hasta tanto que sucedió salir

de la ciudad el Presidente desta Real Audiencia y

un oidor que se llama Antonio López de Haro, que

fueron á tomar unos bafíos, y esta,ndo ausentes, los

oidores que quedaron mandaron prender los tira–

nos y ponerlos á buen recaudo, mas no duraron

presos más que cuanto lo supo el Presidente, porque

luego se soltaron de la cárcel de mailana

y

se fue–

ron á la iglesia, de adonde, aunque por mi fué pedi–

do [se castigasen] por alevosos

y

traidores á V. M.

y