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LA INQUISICIÓN
mi ento algun o de in stru cción pública s uperior, ni
R eal Audiencia, ni hombres de letras, ni siquiera
frailes de saber en los conventos .
Formaba pues, aqu el Tri bun al, bajo este punto de
vista, un contraste remarcab le con los de Lima
ó
Mé–
x ico, cabezas de ricos
y
extensos virreinatos, dotadas
de afamadas universidades, de colegios notables,
asilo
y
cuna de mul titud de hombres qu e escribi an
y
publicaban sus obra,s
ó
acopiaban grandes bibliote–
vas; de frailes
y
prebendado::;; elocuentes dedicados al
púlpi to; de oidores de vasta ilustración: de médicos,
marinos
y
hasta de astrónomos qu e en leüas ele
molde hacían circular en todos los domi nios de Es–
paña sus prod ucciones más ó menos buenas, pero al
fin qu e eran la manifestac ión de los conocimientos
de su época
y
de los centros en qne vivtan. Para
esto di sponían de impren tas de que Car tagena care-_
cía.r
No s iendo un centro li te rari o, no cabían en .él las
manifes taciones del pensamiento hablado ó escrito ,
y
poca ó nin guna materia se ofrecía así á la inter–
vención del Santo Oficio.
I .
Esta aseveración, no es, sin embargo, absoluta.
Cartag~::na
tuvo un a pequeña imp renta á mediados del siglo XVl:I, pero que
funci(Jnó dura nte mu y corto tiempo, según la sigui ente curiosa no-
ticia :
·
<<Se ha reta rdado la publicación del edicto prohibiendo varios
libros, decían los inq uisidores de Cartagena, «por no haber· im–
prenta en esta ciudad, pues la única que había era de un pobre
que la vend ió para afuera ,
y
es
n ~::cesario,
por esta fa lta, copiar de
mano los edictos.)) Carta de los 'inquisidores José Umeres
y
Juan
Félix de Villegas,
1
r
de octubre de 1777. Dada la pésima ortografia
usada en aquellá época,' no podríamos decir si se trataba de un
h ombre pobre ó de uno que se apellidaba Pobre.