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LA
INQUIS ICIÓ~
Entre los reos de proposiciones denunciados en esa
-época citaremos al francés don Estéban Blan, capí–
ttm de ejército, y al licGnciado don An Lonio Sánchez
Valverde, racionero de la Cated ral de Santo Do–
m ingo
y
hombre distin guido, por un escrito que pre–
sentó ante el Provi sor.
1
Fueron
tambi én procesados Fr. Gabriel de la
Higuera, capuchino ele Caracas, en 1788; José Luis
de Azuola, presbítero de Santa Fe, capellán de un
batallón ;
y,
fi nal mente, en 1793, el clérigo de Po–
payán Ignacio de 1v1ontenegro : todos por solicitan–
tes .
Ta n corto número de procesos segui dos durante
el espacio ele un siglo entero está acusando, pues,
de manera irrefragable la profunda decadencia á
que había ido llega ndo el Santo Oficio .
Y
como era
lógico
y
se deja presumir, tal estado de cosas res–
pondía á uno enteramente análogo en la vida mis–
ma
y
en el personal dol Tribunal, respecto del cual
apenas si podemos decir otra cosa que limitarnos á
citar los nombres
y
uno qu e olro incidente ele im–
portancia muy secundaria en que desempeüaeon al–
gún
papel los inqui sidores .
La toma do Cartagena parece qne hubiera sido
el punto inicial do la decadencia qu el Santo Oficio,
sus cosas
y
ministros a lca nzaban .
Ocboa había caído como prisiorioro en poder de
aquellos en junio de 1696 cuando regresaba á Es–
pafía . Cond ucido en calidad ele tal al Guarico, Y. lue-
r.
Carta del Tri bun al de
r5
de diciembre de
1785.
Sánchez Val–
Yerde fué un escritor de nota. Véase su biografía
y
la lista de sus
Qbras en
Beristo.inde Sousa,
t.
III, p.
235,
ed. de
r883.