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E~ CARTAGE~A

DE INDIAS

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e n casa separada, como cualquier espaflol, con los

demás judíos que le acompañan, que son cinco

ó

s iete, sin diferencia alguna el e los paisanos : lo que

me ha pamcido no1iciar á V. E ., co ncluía el Arzo–

bi spo, para qu e dé cuenta á S. M. inmed iatamente,

para que s u católico celo por la relig ión tome la pro–

videncia que fuese ele s u real agrado para extermi–

nar este maldito abuso de este puerto

é

is la y de

todos los de sus dominios en estas partes.>>

1

Tal

st:1

plica quedó, sin

ci m

bargo, s in providencia al–

guna.

En realidad de vel'clad, estos .i.udíos s i bien causa–

ba escánd alo verlos pasearse impunernente por ca –

lles

y

plazas, no eran tan temibles para la fe como

los católicos que sostenían proposiciones con las

cuales poch::u1 contagiar á la gente sana, rnucho más

si se co nsiclet'a que estas ex plosio nes ele incred uli–

dad se estaban veriOcanclo especialmente entre los

milita ees

y

los marin os, destinados por su profesión

á

estar en contacto inmediato

y

permanente co n s us

compaüeros.

En la armada había sido sumariado en la Habana,

en 1783, por proposiciones,

3

don EnriqueMac-Donell,

ascendido luego

á

capitán de navío,

y

en el mismo año

un hombre destin ado poco desp ués

á

fama Í!Ylperece–

dera, don Francisco Mi randa. Hallándose en Cádiz,

fué denuneiado por proposiciones, lectura de

li–

bros prohibidos y por retener pinturas indecentes,

y

habiendo pasado por esos días á la Habana como

1.

Carta de

24

d e julio de

1783.

2.

Carta del Tribunal,

26

de agosto de

!783.