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LA INQUISICIÓN
En 1783 se mandaba prender en la Habana y era
encerrado en cárceles secretas don Antonio San–
taella, denuneiado en Cádiz de proposiciones heréti–
cas;
y
se siguió causa á don Juan Rodríguez 1VIexía.,
presbítero de Badajoz, por haber dicho que era judí<Y,
como su padre, con discursos
y
objeciones propias
de los que siguen la ley de Moisés. Pedidas varias
diligencias á los Tribunales de España y consUltado,
el caso al Consejo, mandó éste suspender su
cau~a,
y
poner en libertad al reo con una reprehensión;
pero cuando se trató de hacer efectiva la orden, Ro–
drígoez había perdido la razón
y
estaba reeluído en
el hospital ele San Juan de Dios.
1
Estos judíos, los que con cierta
ind~penclencia
de
criterio en sus ideas se atrevían á sustentar propo–
siciones en que se eonsultaba más la propia razón.
que la fe, y los que sin permiso se dedicaban á la
lectura de libros prohibidos, eran los tópicos princi–
pales que ocupaba11 la atención de los inquisidores
por aquel tiempo.
La autorización concedida por el Rey
á
los comer–
ciantes ele Cartagena para que pudiesen traer de lás
colonias extranjeras los artículos de primera nece–
sidad, estaba siendo ocasión de que arribasen ' al
puerto algunas embarcaciones de dinamarqueses,.
holandeses y otros protestantes, en las cuales solían
venir judíos, á quienes el Gobernador,
á
pesar de las
reiteradas reclamaciones del Santo Oficio, no sólo
dejaba desembarcar, sinó también establecerse en
tierra con casa
y
almacén
y
pasearse por las calles
corno
á
cualquier hjjo de vecino.
1.
Cana de 9 de marzo de 1783,