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LA INQUISICIÓN
enterraban en la plaza,
y
ele noch e los sacaban los
perros y se los comían. »
1
Apélase do las ce nsuras y el obispo el e Santa
Marta, don Diego de Baiíos, venido al intento
á
Car–
tagena , absuelYe
á
la ciudad y
á
los prelados del en–
tredicho y cesación
á
divinis
en que habia n esta do,
por más de seis meses de los doce que duraban ya
aquell as cuesli ones.
2
Claro es que BenaYides no porlia lleYar á bien la
medida do s u colega y en primera ocasión hubo
de n1 a nifes társelo .
Luego le excomulga tambi én y pretend e arrojarle
de Cartagena, Yaliéndose del militar auxilio, y pu-
r. Carta de 15 de· marzo de 1686. lié aquí un modelo de las ex–
comuniones del prelado:
«Otro día, pasando los religiosos por las calles, dijo: «descomú l–
golos y á todos los de s u convento, si son sus amigos.n
r\
un bulto
que se diYisaba por la celosía de un balcón, sin saber sí era zurrón
de cacao
ó
saco de lana, dijo: tengan por público excomul gado
á
aquel bulto.n Carta del inquisidor Ortíz de Zárate, 28 de junio de
1685.
Referíremos·otro hecho que contri buirá á pi nlar-el carácter de aquel
sin gular personaje:
«Yendo acompañado procesionalm ente de las religiones, cuenta
un tes ti go de \·ista y calificado,
les en\·ió este recado en tono muy
le\·antado desde el atrio de la Catedral: «digales
á
esos cornudos ,
cabrones, ¡Yoto á Cristo! que
ú
teología,
á
conclusiones, á predicar,
á
argüir, y
á
patadas, ¡voto á Cristo! los desafio
á
todos,
y
tráigan–
melos aquí para molerlos á mogicones
y
ú
bofetadas.n Carta del
inqui sidor Ortiz de Zárate.
2.
El obispo, mientras tanto, estu vo retirado
ú
cuatw leguas de la
ciudad, donde el gobernador iba á verle para tratar de qu e se re–
duj ese á razón, y en efecto, convino allí en restituir la dirección del
com·ento de Santa
t~ lara
ú
los franciscanos, pero cuando ya muchas
de las monjas se habían salido de sus claustros por un postigo que
caía á la ig lesia.