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LA INQUISICIÓN
la propia mesa de la judicatura, cuando eran mu–
chos, de suerte que todos
ó
los mas días había con–
ciliabulos, que llamaban junta de frailes, y, demas
del séquito, en ella se confería el medio mas eficaz
para trancar la visita, entrando unos y saliendo
otros á puerta abierta, corno casa de conLratación,
y
en siendo hora, ponían las mesas en el mismo
Lu–
gar y había espléndida comida y bebida, y luego se
- acomodaban, cual en un banco del Tribunal, cual
con el Inquisidor
y
Fiscal en sus propias camas, y
cual con el alcaide ...
.:.«En casi un afio que duraron estos designios
no se vió ni trató causa de fe ni de las demas de
obligación del Tribunal, porque todo se gastó en
maquinar contra el señor Real. ..
«1-Iallabase dicho Inquisidor muy afligido por ha–
ber mucho que obrar y colorear y con poco saber y
menos experiencia,. con un fiscal parcial, que sabía
un poco de latín, no bien, y así entraron en consul–
ta quien Jes podía ayudar)) . Fijaronse para esto en
don Rodrigo de Oviedo, hombre perverso, que aca–
baba ele llegar de España y cont1'a quien había re–
presei).tado el Cabildo que no se le recibiese en la
ciudad por pernicioso a la república, y de quien el
mismo Pereira, habiéndose después disgustado con
él, decía ser sumamente malo «y tan descendiente
de judíos, que si tuviera cinco cuartos, como car–
nero de Orán, tuviera para cada uno un sambenito)).
Demasiado prolijos hubiéramo\ de ser si quisié–
semos seguir en su relato al Visitador: de cómo,
lanzado Pereira en ese camino, admitió por interés
cinco ministros del Santo Oficio, gente de la cala-