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LA LIQUISICIÓN
embusteros
á
los que escribían en favor de Mañozca,.
y
á
éste de tirano, y cuyo autor no pudo SalcedO>
averiguar, como era natural.
Este recurso desesperado estaba manifestando de
una manera clara cuan acertada había sido la idea–
del Inquisidor, y entre las esperanzas de unos de–
que no regresase
á
Cartagena y la confianza suya.
en la eficacia de aquellos documentos, se hizo á lá.
vela para España á fines de ju1io de 1620.
Tres meses más tarde llegaba Mañozca á Madrid,.
y acto continuo comenzaba su defensa, presentand(}
un memorial en que dejaba ele oro y azul, como vul–
garmente se dice,
á
los que $Ospechaba que podían
haberle atacado, y tan bien supo defenderse, que ya.
en abril del año siguiente escribía el Inquisidor Ge-–
neral al Tribunal de CarLagena que, no siendo nece–
saria en esa corte la asistencia de su persona para–
los negocios que había sido llamado, se le había
mandado volviese
á
servir su plaza, y, en efecto, al
oficio de la levadura á las dificultades que sobre proveerlo se sus–
citaron en Cartagena. «Venido yo
á
esta ciudad, refiere Estradar
contándole este cuento á este inquisidor, otro día sacó un libelo–
infamatorio, diciendo que la levadura se volvía vinagre, que mirase–
si me estaba bien ser levadura.
«Otro libelo sacó contra mí otra vez y fué la causa que vino
á
esta ciudad el señor Obispo que hoy tenemos, y siendo este luga¡–
tan copioso y h onrado, su señoría gustó venirse á mi casa á apear,.
á
do le serví con el amor y voluntad que merece su santa persona,.
y amaneció este libelo diciendo que j esucristo había ido
á
posar
á
casa del Fariseo, y que el señor Obispo mandaría las cosas de la
guerra y yo las obispales.n Carta al Consejo, Cartagena,
20
de ju–
lio de
16rg.
Mañ.ozca, como se colige, no podía perdonar
á
Estrada, qu e, aun–
qu e sin culpa suya, hubiese sido nombrado para el puesto que él.
deseaba para otro.