EN CARTAGENA DE INDIAS
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· Obispo; ·replicó éste, que aquel era negocio muy gra–
ve, de su exclusiva competencia, y que, así, no en–
tregaría el preso si la Inquisición no lo pidiese por
escrito. Nada le valió", sin embargo, al Obispo, por–
que con mandamiento del Santo Oficio, se presentaron
de nuevo sus familiares, nuncio y otros ministros
y sacaron á Quesada de la cárcel metido en una siila
de manos
y
con sus grillos.
Como ya estaba logrado el propósito del Inquisi–
dor, que era vejar al Prelaclo,
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una hora más tarde
devolvía el reo á su cárcel, donde el mismo día fué
degradado y ajusticiado con su cómplice en la plaza
pública.
·
Pero contra quien tronaban verdaderamente, como
que habían pretendido atentar á la paga de sus suel–
dos, era contra el contador mayor del Tribunal de
Cuentas de Santa Fe, Pedro GLliral de Berrio, que
había ido á Cat'tagena en calidad de visitador, á quien.
procuraron desaü;ar corno pudieron, «para que con
eso adelgaze más la pluma, decía con sorna Mañozca,
en lo que hubiese de informar al Rey.)) Tampoco de–
jaban muy bien librado
á
uno ele los oficiales reales,
el contador don Alonso de Corral, del hábito de San–
tiago, que no
les~
despachaba á
su sabor sus
pretensiones en materias de hacienda. «Atento gran–
demente
á
todo lo que es interés, pues por un real de
I
o
<<Moviónos
á
traer este preso, aunque lo contradecía el Obispo,
lo primero, por la obligación genera1 que todas las j ustícias tienen,
y
porque el auto que el Obispo mandó notificar al alcaide fué pú–
blico en el pueblo
y
que estaba
á
la mira en qué había de parar, Y
que, si no trajéramos el preso, era dar
á
entender que no se podía
traer
y
que el Obispo era superior al Tribunal.n Carta de Salcedo
de
23
de enero de
1621
o