EN C.\.RTAGEi\'A DE INDL\.S
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ealle daba' uelta la cara por no salud arle,
y
en el
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fribunal pa aba su día espiando sus menores ac–
.ciones para llevar el chisme
á
Mafíozca.
'
Lo ofendidos capitanes no habían llegado aún á
saber lo
término con que I\lafíozcales trataba, pero
un nueyo incidente le
tenía furiosos contra él.
Había e enipefíaclo con instancia el Inquisidor
para con el Gobernador á fin de que la plaza ele sar–
gento mayor, que iba a quedar Yaeante por au encía
del propietario Francisco ele Santander, se diese
á
11110
de los mayores enemigo que éste tenía, quien,
.á
su vez, era grande amigo ele I\lafíozca.
Y
como no
lo consiguiese
y
Fernández nombra e
á
otro, el pre–
ferido
y
su suegro, en la residencia que áaquél se le
tomaba «juraron contra él», diciendo que babia pro–
Yeído plazas ele capitanes en personas que no eran
soldado ; ele que tomaron tanto enojo los militares_.
creyendo Yer en ello
b
mano ele 1lafíozca, que á no
haber aparecido ·njado en las calles un libelo en que
se leía que todo.·
los que hubiesen dicho ele don
Diego Fernánclez ele Velasco eran unos bellacos y
mt;n~ían ,
y
los que hubiesen dicho :le los capitanes
n1entian,
y
fulano es un judío
y
fulano es un tal,
por el cual hubo ele prenderse á Fernánclez, dándole
la ciudad por cárcel, temiendo ser en ello culpados,
<<se entiende, decía Salcedo, hubieran hecho una
grande demostración)).
Pero no eran estas solas las
Y
ohm tades que Ma–
iíozca se tenía enagenaclas. Por su deseo de mando,
r.
<<Y
todo cuanto hay y sabe de mi Jo parla al inquisidor>>.
Carta de Salcedo:
4
de julio de
1614.