EN CARTAGENA DE INDIAS
131
costa que hacían con su detenencia.
Y
á los presos
<Cle la justicia sacándolos de la cárcel pública, sin
avisarles dello,
é
porque el alcaide de la cár.cel á
.cuyo cargo estaba uno p1dió al nuncio recado de
como lo sacaba de la cárcel é lo llevaba, para su
·descargo, sacó la espada
é
le dió una herida en la
-cabeza en la plaza de armas, tratándole mal de pala–
bra, é se quedó s in castigo)).
Infinitos ele estos casos citaba el Gobernador en los
.quo su autoridad había quedado ajada; los depen–
dientes ele los Inquisidores sin castigo; algunos par–
ticulares presos y maltratados; las justicias bur–
ladas; los mercaderes despojados;
los militares
:atropellados en sus fueros; y, por Dn, él mismo ex–
comulgado
y
publicado por tal on las iglesias .
r
Impí1 soso el Consejo ele tan graves denunciacio–
nes en circunstancias que el inquisidor Salcedo ha–
-cía llegar á su noticia una carta quejándose amar–
gamente de su colega.
Paseábase un día solo Salcedo en la sala de
:audiencia cuando al llegar l\1af1ozca, por todo saludo
le dijo:
-Todo se sabe; no falta á quien no le den un
.abuelo!
Por el rnomento no reparó en el alcance de esta
frase el in terpelado, creyendo se r efería á cierto •
comisario, hasta que pocos días después, por otras
circunstancias, cayó en cuenta de que aludían nada
menos qu e á sus abuelos .
En
vísperas del primer auto de fe que celebraron
1.
Carta al Rey: Cartagena,4dejulio de
i6r3.