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LA
INQUISICIÓ~
llevando en rigor por sus manos los asuntos del
Tribunal. Más joven, con muchísima más inteligen–
cia, de ambición sin limites é infinitamente más
osado, era el alma verdadera de aquella Inquisición .
E l fiscal Vélez
y
Argos no pasaba de ser un pobre
hombre, con deseos de hacerse útil, pero sin ta lento
ninguno .
r
Con tales compafíeros
y
los adictos á su
persona, como lo eran el notario Luis Blan ?o de Sal–
cedo, tan in solen te
y
atreYido como él,
y
el nuncio
Francisco Caparra, no parecerá extraüo que no hu–
biese asunto alguno que entra e á la Inquisición,
ya fuese ó nó de fe, en el cual Mañozca no dispu–
siese á su antojo. Constituían entre todos un cuer–
po cuya alma sola era él.
\migo de sus amigos,
aparecü1, por el contrario, implacable contra los que
no daban muestras de ser de su deyoción .
Casi desde su llegada
á
Cartagena había sabido
captarselamalaYoluntad de todos los que le rodeaban .
El obispo Ladrada
y
su proYisor Alman a, á quie–
nes tratara dehumillm·, .prohibiéndoles que usasen el
1.
Habiéndose pedido informe á l\l.a5ozca sobre las aptitudes de
s u coleg-a. cuando fu é llamado
á
Espaíia, se excusó de darlo di–
Ciendo que no había hecho entonces entera experiencia de su capa–
cidad; pero á su regreso dirigió al Consejo la carta de que copia–
mos este párrafo: t<Volví á esta Inqui sición,
y
pospuesto el amot–
que como
á
familiar que fué del Colegio, le tengo, le he mirado con
atención en este tiempo que habetnos estado olos;
y
él con sólo
la ocupación de la fi scalía,
y
hallo que aunque la voluntad
y
de–
seos de acertar son buenos, las demás potencias no le ayudan y que
cuasi están ociosas,
y
así juzgo no es para servir el camino en q ue,
quizás sin saberlo él, le pusierop, y ·que seria muy gran servicio
de Dios y d el Santo Oficio divertirle con darl e alguna dign idad
de a lguna buena iglesia>> . Carta de
rg
de Agosto de
162~.
¡Quién hu–
biera dicho á l'vlaíiozca que más tarde habían de encontrarse a m–
bos otra vez de compaíieros en la Inquisición de México!