EN CARTAGENA DE INDIAS
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cesas de amor. De aquí á ser solicitante no había
más que un paso, y bien pronto se le pudo justificar
que, en efecto, abusaba del confesionario. Preso .en
cárceles secretas y recluso luego en un convento,
abjuró
de levi
en la sala del Tribunal, oyó una misa
en forma de penitente y fué privado de confesar por
los días de su vida.
Bartolorné Tirado, teHdero, hombre viejo, porque
riüendo con un negro y llamándole cornLtdo, dijo
«reniego de Dios,)) abjuró
ele levi,
oyó misa en for–
ma de penitente y pagó una multa.
Margarita, criolla, zamba, porque estándola azo–
tando su ama dijo también que renegaba ele Dios.
Salió á misa con insignias de blasfema y se · le
dieron cien azotes por las calles.
Andrea y Tomé, negros esclavos, sentenciados
por idéntica causa.
Hernando de Silva, soldado, que habiendo perdi-
do en el juego, dijo: ccpues aquel hombre me gana
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.r
no c'reo en Dios.))
Juan de Zúñiga y Luis de Mendoza, soldados
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también por blasfemos.
Adrián Jornel, de Normandía,
testific~do
por su
mujer de que en dos años no le había visto ir á mi–
sa ni confesarse, y que preso con secuestro de bie–
nes justificó la infidelidad de la denunciante y salió
por ello en libertad.
En los años de 1615 y 1616, habían aún tenido
menos en qué entender, pues· sólo tramitaron las
causas de los siguientes reos:
Pedro Gómez de la Cerda, por bigamia; Juan de
Buenafé, marinero, porque echó al mar una imagen