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LA INQUISICIÓN
notifi cándole antes para que se abstuviese de cono–
cer en causas de fe; motivaba sus decisiones el
Obispo en que el delegado del Tribunal, Fr. Martín
de Agu irre, se negaba á presentarle el título desucar–
go, como tenía obligación de bacedo, ]o misrno que
cualq ni~r
juez eclesiástico que quisiese desempeñar
funciones dentro de su obispado .
1
«Los comisarios
que aHí nombramos, expresaban en caml.lio y en són
de queja los inquisidores, padecen tanto con las per–
secuciones de l Obispo, que apenas hay quien quiera
serlo, que aún uno que enYiamos de aquí para que
acudi ese á la cobranza ele ciertos bienes confisca–
dos, se nos enYía á despedir, y, cierto, según hallan
el mal abrigo en los ministros de S . M. y los obis–
pos en todas p·artes, no nos admiramos de que haya
pocos que quieran servir al Santo Oficio .>> "
P ero el Obispo replicaba con un argumento que
era de importancia capital, á saber, que el comisa–
r!
O
Fr: Roque Barm.leYo, agustino, era de tal calidad
que habiendo pasado á Filipinas, había sido de allí
desterrado á España; que en continuación de su via–
j e pasó de 1\Iéxico
!1
la Habana, «y en tres afíos, de–
cía, no fué posible echarle, aunque su clestraimien–
to en juegos
y
revueltas, pedía más qne eso .>> Sa1ió
al fin de allí, «y enseñ.ado ya
á
andar por ol nmnclo
usando de libertad, se fué á las provincias ele Cara–
cas, adonde se entretuvo un aüo. Luego bajó á Ca.r–
tagena é incorporóse en aquel conyento . Dió trazas
de que los inquisidores le nombraran, como lo hi-
r.
Auto del obispo D. Alonso Enriquez de Toledo. Habana,
2
de
DicR:mbre de
16 16.
·
2.
Carta de 6 de julio de r6I7.