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LA IKQUISICIÓN

entonces el Santo Oficio, pidiendo de por Dios á los

prelados de las Ordenes que proeodiesen entre sí

con la modestia y compostura que era de razón, lo–

grando por un momento, al parecer, aquietarlos.

-Pero en esto, un fraile mercenario predicó en la Ca–

tedral, más violenta;mente que nunca, al que replicó

el dominico Fr. Juan de Avalos con otro sermón en

que sostenía que esa devoción era herejía pelagiana,

y en otro, á que se halló presente el Gobernador, di–

rigiéndose

á

el, le

eh

jo que la ciudu.d se abrasaba en

herejías, y que, pues era cabeza de la república, vol–

viese por la honra de Dios y castigase á los herejes,

por lo cual hubo ele intervenir de nuevo en la cues–

tión el Santo Oficio y ver modo ele poner á todos en

paz.

1

Salvo este corto incidente, pudieron los inquisido–

res dedicarse por entero en ese tiempo al despacho

de las causas de

su~ficio,

que, como decíamos, ca–

recían, en general, de importancia, según puede

verse.

En 1614 habían rprocesado al clérigo Alonso de

Zamora, vecino ·de Santa Fe, que sostenía que San–

ta Ana no era abuela legitima de Jesucristo, lo que

le valió ser preso en cárceles secretas y abjurar

de

levi;

y como resultase que también era solicitante,

el que fuese privado de confesar.

Fr. Luis de Saavedra Benavides, prior del con–

vento de San Agustín ele Mompox, testificado ele que

miraba las rayas de las manos á hombres y mujeres,

y

especialmente á éstas, para pronosticarles sus su-

1.

Cartade5dejuliode

1617.