255
' le
anticiparon un m:illon;
y
¡no
negoci~1ba!
Do
impro.;
viso se p0ne á
mercader
y banquero;
y
¡no comercia..
ba! Y confesando
1\f.
Cretineau-Joly, que el P. La–
Vallette
cornercia~a
en su regreso
á
la Martinica, ¿que
razon puede lw11ar para no tenerle por comerciante
desde el principio? Mayormeute reconociendo en el
P. jesuita un
carácter tentador
al tráfico, y grandes de–
signios que habia concebido
m,uy
de
antemano.
Asi pues
la confesion importa el sentido de la palabra, contra
las intenciones del autor.
57. Pero este atribuye toda la falta al padre La-Va–
]lete, que "separado de la metrópoli por el oceáno, no
tenia que temer ninguna vijilancia importuna. Se
1netia en su seucla peligrosa, sin el apoyo de sus su–
periores,
y
con la certeza de que siempre se la habiau
de negar. En este abandono consiste
la culpa del ins–
tUuto:
porque si el padre La--Vallete hubiese tenido
á,
su lado un jesuita fir1ue
y
previsor, que hubiese res-·
pondido de sus aetos
y
de su vida, no se habria lanza–
do
á
ciegas en semejantes operaciones; ó el genet·al
de la órden, luego de tener .aviso de ello, les babia
pu·esto coto."
58.
Muy
apurado se veía M. Cretin.eau--Joly, cuan–
,<]o no hallaba otra salida en sn mal paso, que culpar
al instituto para salvarlo-"en el abandono consistió
la falta del instituto." Efujio n1iserable
é
inc.reible en
una oociedad tan activa,
y
en un general tan firme,
vijilante
y
advertido, con sus constituciones tan pre–
visoras. "Los provinciales deben escribir cada
me~
al general,
y
los rectores
y
maestros de colejios cada
tres n1eses-cada superior debe enviar anualn1ente
dos catálogos
<i;Oll
los non1bres de todos, su edad, sus
cualidades, sus talentos, su injénio, su inicio, su es–
periencia &a.
&a:
para los puntos secretos el general
dará ia eifra. "-La denuncia no era un consejo, sino
q ne estaba
1nandada
y
ordenada en las constituciones,
se–
gun las palabras·del padre Suarez.
Aden1as, los provinciales tenian asistentes
nombra~
(1os por el general,
á
quien debían dar cuenta secreta
de la conducta de los provinciales;
y
¿seria creible que
el padre La-Vallete, visitador general
y
prefecto apos–
tólico de las n1isiones en las Antillas, fuese jesuita
ignoraLlo
cl~l
prepósito general, en el ejercicio de su