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herejes, gentíles
ó
turcos en una necesidad :-grave,
y
responde, segun costumbre en sus probleJnas, qne
están obligados
y
no están, decidiéndose por lo último
como mas probable, fundacl0 en la razon signiente---–
"el padre puede privar ele la herencia
á
un hijo here–
je,
y
segun Sanchez, en todos los casos en que los
pa-.
dres puedan desheredar
á
sus hijos, pueden negades
alimentos, fuera de la necesidad estrmna; luego el hi–
jo católico no está obligado
á
dar alin1entos al padre
hereje, fuera de la necesidad estren1a.
Y
aun en esta
no estará obligado, si el padre quiere apar-tarlo de la
fe
católica; pues cuando los padres
ó
hermanos nos
impelen
a
pecar, debenlOS abandonarlos y
aborrec~r
los, segun la palabra del señor en san
Luc~s:
ya no
son padres, sino enemigos del alma y de su sálud."
Así destrozaban los jesuitas el corazon, haciendo odio–
sas las mas dulces
y
santas relaci"ones.
187. Respecto del rejicidio no diremos que los pa–
dres jesuitas hubiesen sido inventores de la doctrina,
sino que, como siempre, supieron distinguirse
en
ella.
Sabida es la sentencia del
P.
Mariana, en su obra---–
de
rege et regís institutione,
impresa con la licencia del
P.
Ojeda, visitador de la compañia, por
faculta~ e~.pecial del
P.
general Aquaviva. Re-fiere y alaba·
·~~et
hecho ele
J
acobo Clernente,
honor eterno de la
F'rdn'cia,
.á
juicio de la mayor parte.''
El cardenal Belarmino puso su respetable nombre
entre los de sus hern1anos en esta n1ateria. Dice 'que
los papas no han acostumbrado contener
de
esta
ma-
1tera
los
atentados de los reyes, sino que prilnero lo's
corrijen paternalmeilte, despues los privan de los sa–
m·ameutos por medio de las censuras,
y
absuelven
á
los súbditos del juran1ento de fidelidad, privándolos
de toda dignidad, si el caso lo exije;
la fjec-ucion
perte–
nece
á
otros.
Ajuicio del mismo cardenal, san Pedro
rnató,
esta es su palabra-occidit,
á
Ananias
y
Safira.
El P.
Suarez enseña, que "un rey depuesto por el
papa puede ser expelido ó
?nuerto
por aquellos
á
quie–
nes el papa lo encomiende."
188. Concluyámos de referir las escandalosas l'e–
glas de nuestros autores, por las que han dejado res–
pecto del amor de Dios. Valga por todos el
P.
Esco·–
bar, que
proponiéndose varias
dudas acerca del pre·
1
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