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hable;

y

no con1o quiera, sino á,inicio propio, de quietí

tiene que obrar, eon1o si le dijera que viese con el

ojo ajéuo; lo que en n1aterias 1norales era decirle, que

:se apoyase en conciencia ajéna contra

su

coucieneia

ptopia. Si se sostiene el1nérito de nna opinion por

lla–

Inarla

p~·obable,

pierde este non1bre

ó

no rnerece set

aprobada,

ni por consiguiente adoptarse en la practica

ú

presencia de otra 0pinion mas probable.

Desde luego, smubrada está la vida hun1ana de cir·

tmustancias en que ocnrrin1os

á

las luces de otros,

cuando las nuestras no alcanzan. ¿Se trata de

una

1nateria profesional? Consultan1os

á

los versados en

ella,

y

seguitnos su dict<l!nen.

¿

Con1o entrar en cues–

tion con un astrÓnOino, nosotros que apéna.s podria–

Inos distinguir unos de otros los .planetas? En .este

y

otro-s casos sen1ejantes no prefernnos

absoluütn1enü~

€1

parecer

{\jéno

al nuestro, sino que en verdad pode–

~nos

decir, que nos conforn1an1os con nuestro propio

juicio, que nos convence

y

dicta, que

deben1.os

seg·üi

t'

el juicio · de los intelijentes, si que

remos pr

oceder

racionahnente. De igual n1anera se conducen, y de–

ben conducirse los ciegos

ó

escasos de vista, cuando

se juzga de los colores,

y

de

los objetos, cuyo cono–

(:inlen Lo se adquiere por los ojos.

170. Poro así corno los que tienen ojos sanos, no

~stán

á la vista ajéna sino que hacen nso de la suya

propia, de igual suerte en otra clase de n1aterias. Lo·

que son los objetos

y

la luz en las cosas materiales, lo

son ciertas verdades en el órden de la intelijencia

y

de la n1oralidad.

Un

rústico sigue el dictán1en de su

párroco, porque en

la,

necesidad de obl'ar, confi.a n1as

en

las luces de aquel que en las pobres suyas,

y

por

Juicio propio se convence, ele que así debe proceder si

q riiere acertar. Pero hay verdades tan 1nanifiestas,

<1ue no pueden ocultarse

á

los seres racionales, por

atrasados qne se hallaran en su carrera de hon1bres.

~(~ ué

hijo, digno de llan1arse bueno, se tendría por

obligado

á

denunciar

á

su padre y entregarle

á

la In–

qnisicion, porque so lo dijera su director espíritual

ó

f-ln

obispo

ó

el papa, contra el dictán1en de su propia

eoncieucia,

y

el sentin1iento

de su

corazon?

Ahora bien: en el punto de probahilísn1o, de que

-esU.tn1os

tratando,

las cuestiones se versau entre e¿:;:-