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6-

las ·enfer1nedades de la compañia, nos hjcirnos cargo de·

la

roor1sh~uosa

autoridad del general,

y

copiarnos 1as pro–

pias palabras del docto

y

juicioso P. Mariana_, q ne re–

conocía en osa monstruosa autoridad, ql\e ahora se tra–

_ta de

j

ustifi·car, ''la fuente de los desórdenes y disgus–

tos que se esperime_ntapan en la compañia." Comparaba

''la monárquica

~utoridac~

del general

á

una fiera, que

lo destrozaba todo, y que á tnenos de atalla, no era de

esperarse sosiego:" decia que ''el fundador templó la

1nonarquía de suerte, qu,e las cosas perpetnas se esta–

bleciesen en congregacion general,

y

las ordinarias. y –

témporales pot los que se hallasen presentes, donde es–

tuviese el

g~net·al,

lo uno

y

lo otro

á

mas votos; pet·o que

en la forma presentada posteriormente en tien1po de

Julio

III,

se 1nudó el segundo punto, de suerte q:ue que–

dase todo

á

la libre disposici-on del ger'leral en las cosas

t-ernporales

y

n{)\de tanto momento."

· Añadia el P.

lVIari~na,

recnérdenlo nuestros lectores,

qne

"'aunque las leyes de la compañia eran muchas; el

-general no se gobei·naba por Iey'es, ni en dar los oficios,

profesiones, fundar colejios, con otra infinidad de cosas:

que si habia leyes, en todas ó casi todas podia dispen–

$at' el general,

y

dispensaba: que para suplir la falta de

las. congtegaciones generales,

tomose por medio, que

los ptocut'&dores 5e juntasen Cétda

tres años; pero que

engañó la esperanza,

pue~

ni por este medio se reme–

diarían los ú1ales, ni jamas se concertarían en que hu..

biese congregacion general, por no romper con el· ge–

néral, que está siempre con sus asistentes armado con–

u-a ella."

En otra

pal'~é

hemos hablado del mérito

y

sinceridad

del P. Mariana,

y

añadiremos ahora el testimonio irre–

cusable del cardenal Baronio, que lo caracterizaba de

'' verídico

y

piadoso, aunque careciendo de afectos pri–

vadós''..:-veritatis anzator, et

pietc~tis optimu.~

cultor, sed

q,Jfeatu privato carens,

segun puede leerse en el año 688

de los anales eclesiásticos. · Así pues el no tener el espí–

titu

de la ct'mpañia, en cuanto

á

ocultar

y á

aprobar lo

que no le merecía su aprobacion, no

le

qnit~ba

el ser

amante de

le~

verdad y rnuy piadoso.