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pr-esentar n1ojor el punto en cuestion, debe segnir la so–
lucion á
la.
dificultad.
Pero
adviértase,
que
no vamos
á
constituirnos ni censores ni ·apoloj istas; no hacemos
'
sino referir." ¿No indicru este modo de hablar cierta des–
confianza del me rito do la
soluci~n
á
los argumentos, en
los cuales se reconocia una fuerza impOnente?
§.
J,
o
3. C01no se echa en car&
á
los jesuitas la ilimitada
y
perpetua autoridad del general, los defensores de la
compañia responden en sustancia así-''el general es
uno solo; pero su autoridad está
1nny
léjos de ser una,
pues está limitada
á
las constituoiones, que durante mas
de diez años se esplican bajo todas las formas posibles
á
los novicios
y
los estudiantes. El voto de obediencia
que se presta al instituto en la persona del general, es
voluntario. libre
de
toda violencia. La prueba de que
este réjimen de despotismo no es tan intolerable comó
pudiera creerse, es que los padres de la compañia viven
tan adictos
á
su sociedad, como los antíguos romanos
á
su patria; se tienen por felices,
y
no es de la inspec–
cion de los demas hombres calumniar su felicidad. El
general es para los jesuitas un guía espiritual, un tutor
temporal, que nunca se arroga derecho alguno, que no
tiene fondos ni réditos ni lista civil
á
su disposicion;
que vive con ellos y como ellos,
y
que no puede disponer
tle la existencia nt de la libertad de los 1nismos sino pa–
ra la gloria de Dios ó para la salud <le las ahnas. El
g eneral está viendo con absoluta independencia de él
y
como
á
pesar suyo, que se reunen las congregaciones
provinciales
y
sujetan
á
discusion su gobierno. Tiene
á
su lado un vijilante
y
asistentes. Su poder os ilimitado
• para el bien; pero tiene las manos atadas para hacer el
n1al ó abusar de su autoridad, que aunque absoluta en
la forma, no lo es en el fondo."
(1)
4.
llESPUESTA.
No podemos formar mejor idea del
P. general de la con1pañia, que la que fo¡·maron pa–
(lrcs
jesuita~,
tan al cabo de sns cosas propias, é inte–
rcsndos en su
buen
r éjilnen
y
repntacion.
.Al
hablar de
•