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-4--

tnas que

aparento imparcialidad,

y

haga &larde dé

pre–

sent_!lr

su libro para "los

que

no

tienen

sed de

menti1·a

" ni

necesidad

de

tinieblas,

en

el

cnal la conciencia del

" histo.dador

se

sostitnyc

á

1n.s

apoteosis

y

á

las calmn–

' ' nías,

y

en dcrnde

la

severillad inflexible

de

la

historia

" , ocupa el lugar de todas las fábulas y de todos los er–

" rores, de

t'l(~as

lq.s li sonjas y de todas las sátiras"; por

mas ilnparcialidacl

que

aparente, volvamos

á

decir,

el

panejirista historiador, no necesitará mucho el lector

· despreocupado para acertar en su juicio,

y

conocer sin ·

gran dificultad, de que parte estan

las

fábulas

y

los er–

rores

y

las 1isDnjas

y

las sátiras y

la

sed de

~entira

y

la

necesidad de tinieblas,

y

de cual la conciencia del his–

toriador

y

la severidad inflexible de la historia.

Nos–

otros no hen1os engañado á nuestros lectores, sino refe–

rídoles los

he~hos

sobre los documentos, que para tener-

,

los po1· errados, no seria bastante prueba una si1nple

afirmativa ó el deseo de que lo fueran. Sobre la palabra

de jesuitas, sobre sus propios textos nos hemos fnnda-

'

~lo,

cuantas veces hemos podido: los raciocinios han es–

tado al alcance de todos. Por (')tra parte, la verdad

no

puede estar en contradiccion consigo misma.

En

nuestro humilde juicio

lVL

Oretineau-Joly ha ele–

jido mal camino en la clefensa

y

panejírico de los jesui–

tas, prefiriendo hablar en el siglo

19

el propio lenguaje

del 16 y ostentando,

á

fuer ele partidario, una cred uli–

dad insoportable, que él mismo llegó

á

notar, como si

se avergonzára. Ello es que firme en su propósito, pa–

rece que todo lo sacrificára, hasta la verdad, no diga–

mps ya el respeto

y

la

~1ecencia

con que deben) ser trata–

dos los adversarios, en defensa de sus protejidos, con

una sistemada

é

impía prevencion contra el virtuoso Cle–

mente

XIV. Los

lectores

hq.n

de verlo: demos ya prin–

cipio.

52.

Empieza nuestro escritor haciéndose cargo de lo

que se

ha

dicho contra las constituciones de la compa–

ñia,

y

lo hace de una

n1an·era,

qne no puede menos de

llan1ar !a atencion de los lectores, pues dice,

así-"La

historia debe consignar en sus pájinas estas objeciones,

que

110

dejan

de tener

~lDC\ f~~er~a

imponente;

y

par~