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-10-

~Wmetido

sino

á

las leyes; en no poder ser 6tnolestado ni

detenido por la voluntad arbitraria del -gobernante

ú

0tro cualquiera;

y

en no sufrir trabas, que antes no se

reputaban por impedimentos

á

la libertad. (4) El ·repu–

blicano de otros.tierupos era libre en la vida pú

bli~a,

y

esclavo en la privada; esclavo como hon1bre,

y

libre co–

lno ciudadano. En el siglo

XIX,

desearnos la libertad

eomo...hombres

y

con1o

ciu~aclanos;

lo

q~te €~tá di~ie~1do

por

s1

solo, que la compañia de San Ignacio no es

Ins–

titucion del siglo, pug·na con él, y su tietnpo ha pasado.

No diga pues otra vez

M.

Cretineau-Joly, que ''si los

jesuitas se ·creen felices, nadie tiene derecho de

alnm–

niar suJelicidad." No la calumniamos, pues la negamos;

y

si ellos creen tenerla, resérvenla para sí, no hagan par–

ticipantes

á

otros. Nosotros procm·amos evitt:tr

á

nues–

tros pueblos semejante felicidad, que seria como anoma–

lia

y

estravagancia. en el siglo. Otro es ahora el sentido

de la felicidad, á que asPtiran los pueblos por diferente

carnino del que llevan los jesuitas, provocando

á

otros

á

que vayan en pos de ellos.

8.

''El general no tiene fondos ni réJ1itos ni lista civil

á

su disposicion." Ni ¿para qné ha de tener lista civil, ni

réditbs ni fondos destinados espec-ialmente

á

su

di~po­

sicion, cuando todo lo tiene á su disposicion? El hace

contratos, él enajena, él recibe las remesas de las

pro~

vincias, re1nesas copiosas, de millones, que .muchos

mo~

narcas seculares quisieran haber tenido. ¿En que se

emplean:pues las riquezas de la corHpañia? Y ¿de órden

de quién sino del general podían emplearse en Jos nego–

cios convenientes? Se gastaban en sostener sus preten–

::;iones, en cotTolnper

á

los aulicos, para salir bien de

sus contiendas con obispos, con universidades, Gon otras

relijiones,

ó

para entorpecer siquiera la re8olucion, cuan–

do temían que les fuese desfavorable.

Don J01je Juan y Don Antonio Ulloa hablaban de

" las

rnuy

crec1:das sumas

que sobraban

á

los jesuitas en '

sus

provin~ias

de Lima

y

Quito, y cuyo espendio

se

ig–

noraba,

no se conocía ninguno;'' pero el general Don

Matias de Angles logró descubrir el empleo de las cre–

cidas sumas que sobraban en el Paraguay, diciendo