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~Wmetido
sino
á
las leyes; en no poder ser 6tnolestado ni
detenido por la voluntad arbitraria del -gobernante
ú
0tro cualquiera;
y
en no sufrir trabas, que antes no se
reputaban por impedimentos
á
la libertad. (4) El ·repu–
blicano de otros.tierupos era libre en la vida pú
bli~a,
y
esclavo en la privada; esclavo como hon1bre,
y
libre co–
lno ciudadano. En el siglo
XIX,
desearnos la libertad
eomo...hombres
y
con1o
ciu~aclanos;
lo
q~te €~tá di~ie~1do
por
s1
solo, que la compañia de San Ignacio no es
Ins–
titucion del siglo, pug·na con él, y su tietnpo ha pasado.
No diga pues otra vez
M.
Cretineau-Joly, que ''si los
jesuitas se ·creen felices, nadie tiene derecho de
alnm–
niar suJelicidad." No la calumniamos, pues la negamos;
y
si ellos creen tenerla, resérvenla para sí, no hagan par–
ticipantes
á
otros. Nosotros procm·amos evitt:tr
á
nues–
tros pueblos semejante felicidad, que seria como anoma–
lia
y
estravagancia. en el siglo. Otro es ahora el sentido
de la felicidad, á que asPtiran los pueblos por diferente
carnino del que llevan los jesuitas, provocando
á
otros
á
que vayan en pos de ellos.
8.
''El general no tiene fondos ni réJ1itos ni lista civil
á
su disposicion." Ni ¿para qné ha de tener lista civil, ni
réditbs ni fondos destinados espec-ialmente
á
su
di~po
sicion, cuando todo lo tiene á su disposicion? El hace
contratos, él enajena, él recibe las remesas de las
pro~
vincias, re1nesas copiosas, de millones, que .muchos
mo~
narcas seculares quisieran haber tenido. ¿En que se
emplean:pues las riquezas de la corHpañia? Y ¿de órden
de quién sino del general podían emplearse en Jos nego–
cios convenientes? Se gastaban en sostener sus preten–
::;iones, en cotTolnper
á
los aulicos, para salir bien de
sus contiendas con obispos, con universidades, Gon otras
relijiones,
ó
para entorpecer siquiera la re8olucion, cuan–
do temían que les fuese desfavorable.
Don J01je Juan y Don Antonio Ulloa hablaban de
" las
rnuy
crec1:das sumas
que sobraban
á
los jesuitas en '
sus
provin~ias
de Lima
y
Quito, y cuyo espendio
se
ig–
noraba,
no se conocía ninguno;'' pero el general Don
Matias de Angles logró descubrir el empleo de las cre–
cidas sumas que sobraban en el Paraguay, diciendo