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"toda
ó
la mayor parte de
la~plata
la estraviaban
lo~
. padres á reinos estranjeros, principalmente
á
Roma,
pa–
ra las
grandes negociaciones
y
manejos, que siempre tie–
.nen,
y
para conseguir títulos y
pri~ilejios.''
Lo que se
decia de las sobrantes
y
pingües rentas del Paraguay.,
puede aplicarse
muy
raci-onal
y
prudentemente
á
las de
otras provincias.
·
¿Cuánto costó al P. general de la compañia manio.–
brar en el asunto del jesuita Molina? Dígalo otro jesuí–
ta, el P. lVIariana, en el capítulo
4~.
0
~ue
sus
enfm"–
Jnedades de la compañia,
de donde -copiamos el periódG
siguiente-"l-Ian resultado muchas
y
ordinarias revuel–
tas con los padres domínicos, que:debiamos antes reco–
nocer por n1aestros .... solo diré que con ocasion de un
libro que· itnprimió el P. Luis de Molina sobre la gracia
y
libre albedrío, aquellos padres se alteraron grande–
n1ente; acudieron á la inqnisicion,
y
de allí á Roma,
donde todavía anda el pleito,
y
se trata con grande por-
.· fía, y cuando se saliese con la victoria, que todavía es-:
t á
en duda, habría costado
muclws m,illares,
trabajos é
i nquietudes de muchos afíos." Añadamos nosotros: ina–
da le costó al P. general el pleito eón el señor Palafox
en Madrid
y
Roma? Recuerden nuestros lectores que
habiendo dejado en Méjico ·Doña Beatriz de Amarilla
sesenta nül pesos á la co1npañia, dijo el P. Diego Mon–
roy, rector del colejio-''ipara qué son sesenta mil pe–
sos sino para vencer estos pleitos?"
iN
ada gastaron los
jesuitas, ni tuvieron el penniso de su general para gas–
tar, en la terrible lucha con el señor Antequera; nada le
costó esa sangre inocente? N nest.ros lectores harán, si
gustan, 1nas pregunt::ts, pues otros muchos gastos tenia
el general en servicio de la compañia.
9.
"El general no puede disponer de la existencia
y
de la libertad de los 111ismos, sino para la gloria de Dios
ó para la salud de las almas." ¡Con qu.e el general de los
jesuitas puede disponer de la libertad
y
aun de
la
exis–
tencia
de ellos, para la gloria de Dios
ó
para la salud
de las almas! A ser injenua esta confesion,
podría
espli–
carse llanamente la desaparicion de ciel'tos jesuitas; pe–
ro queremos n1as bien
supon er,
que el defecto está en J.a