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numeró la imprenta por permanecer las leo·acíones bu..
jo el yugo pontificio.
.
o
ARTICULO XXVII.
·C4.RACTERES PECULIARES DE LA
CO~íPAÑIA.
440. Rogamos á nuestros lectores, que echen
un~
111irada retrospectiva
á
cuanto queda espuesto desde
el principio,
y
digan si ha quedado descubierto el ca.
rácter peculiar de los jesuita.s. La yrofesion religiosa_,.
que por su propio nombre importa la dedica.cion.
::1,
la¡
vida espiritual, puede tener,
y
en verdad tiene s-qs
modificaciones respectivas, que inducen diferente de.
nominacion. Los anacoretas aislados en el descje;rt-:o,
y
los monjes cenobitas, eutrega.dos
enter~mente
á
]4,
contemplacion, no tenian roce con la sociedad
civ·i1~
vivían para sí solos. En siglos posteriDres los relijio.
sos añadieron un oficio mas, y pensaron en
trab~jaT
por los hombres del siglo, recibiendo el carácter
de~
6rden sa.grado, para tomar parte en el ministerio es–
piritual. Pero esto mismo está diciendo, que as! se
rozaban eon la sociedad los tales relijiosos, que solo,
.consideraban
á
los seculares por la parte cristiana,
~nseñando
la doctrina
evai~jélica,
y encaminando
á
las almas por la senda trazada por
J.
C. para conso–
lar al hombre
y
aliviar sus penas,
dur~:nte
su mansion
sobre .la tierra de paso á la inmortalidad. Y a ven
nuestros lectores, que quienes así procedían, léjos de
desmentir su profesiolll, la recomendaban, haciéndose
útiles
á
sus hermanos del siglo dentro de la
esf~1·a
de
la espiritualidad.
Otros habia que, no contentos con esta funcion ge–
l1eral y comun á todo el ministerio, se pPopusierG>n
u.n fin particular
y
distintivo de su
caridad,
:palabJ?n.
que consagraba sus oficios humanitarios por hacerlos
cristianos. Estos dedicaban sus servicios
á
los enfer–
lnos, aquellos á los niños huérfanos,
ó
á las escuelas
que llamaban pia.s; esotros
á]~
redencion de cautivos
cristianos; quienes
á
la predicacion, para convencer á
los incrédulos
y
co1wcrtir
fl,
los creyentes de m,alfts
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