y
queministraria defensores alpoder cclesidstico, reglaría las
ciencias, y seria un muro que oponer
á
la corntpcion del
.siglo.
La esperiencia debia convencm· todo lo contra–
rio,
y
convenir en que, por una reaccion natu ral, los
enemigos d.e los j esuitas se han esce<liclo, precisamen–
te
á
causa del celo destemplado de los padrres, que
11Ümos del papel social que la aristocrácia los conce–
-dia,
no
t enian cuenta do la justicia., do la, YeTClad y de
la prudencia. "
.
"Leon XII sucesor de Pio VII, no habia sido adic–
to á los j esuitas cuando cardenal,
y
su eleccion los es–
pantó; pei·o luego fueron favorecidos. Consistía el se–
creto, segun Cretineau-Joly, en que el Papa los mi–
ra.bacomo los,defensores de los gobiernos lejítimos,
por los cuales se entendían-las familias creídas ele su
derecho divino, para r
ej.irlos pueblos, aun contra el in–
terés público y general. Esas familias restauradas por
la caida do Napoleon no sabian donde buscar un apo–
yo contra el ódio de las poblaciones; y creyeron en–
contra.rlo en los j esuitas, que los comprometieron
mas, trayendo consigo el tributo de ódio con que eran
perseguidos en todas partes. Sabia Leon XII que los .
reyes restaurados y sus adictos sobabian pronunciado
abiertamente por los j esuitas, y que él no podia con–
trariar
á
los buenos padres _sin pasar por u11 revolu–
cionario, un anarquista, un impío: 'prefirió sacrificar
sus convicciones respecto ele la compañia
á
su tran–
quilidad personal y sn influencia con1o Papa."
Muy sabido es lo que ha pasado en Europa desde
1848. El alzamiento de Jos pueblos por la libertad era
acompañado de dos palabras-
Constitucion- afuera je–
suitas;
lo que al primer golpe de vista está diciendo,
que el progreso del siglo escluye el absolutismo del
gobierno,
y
las instituciones
y
artificios de los reve–
rendos padres de la compañia de J esus. Los jesuitas
>Cran mirados en Italia, dice un historiador contem–
poráneo, "como lepra sucia y afrentosa. De un cabo
al otro de la Península se deseaba la renovacion del ·
breve de estincion dado por Clemente XIV: los ro–
manos mismos roga.ba.n
á
Pi o
IX~
qne de nuevo pros-