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(!outraria
{t
los decretos y procedimientos de Gregorío
Vil, Inocencia III y otros papas; y de nuestra parte nos
contentaremos con repetir con el historiador de que
~ornarnos
la r elacion-"esta no era respuesta; porque
hecha una pregunta al poder espiritual, salia este con–
testando con un lugar comun constitucional."
En consecuencia se encaminó
NI.
Rossi directamen•
te al Papa Gregario XVI, para manifestarle el verda–
dero estado ele ]a Francia con motivo de los jesuitas,
y
~os
peligros que se corrían: por lo que cediendo el
Papa
á
los argumentos, tuvo que entrar en negocia"' ·
ciones con el P. general Roothaan. Entonces este
1)a~
dre dió órden
á
sus j esuitas de Francia de
someterse
á
las leyes del pais;
y los jesuitas cerraron con estrépito
algunas de sus principales casas, sin abandonar
St1s
proyectos ni su. clientela, quedando mas reservados
que antes, pero con la misma influencia.
Por lo
qu~
hace
á
los acontecimientos posteriores
en la misma Francia, bien sabida es la proteccion y
agradecimiento de éstos, mientras no estuvo de
por
medio el Papa en ]a cuestion del principado tempo–
i·al. :Muy recientemente, en
1861,
'_'el gobierno comen–
~ó
á tomar eficaces providencias, algunas muy vio–
lentas contra las comunidades relijiosas, estable–
cidas_de hecho con fl.angrante violacion de la ley,
que habian sido muy toleradas y mimadas antes.
Entre otras medidas ha
cli~1elto
varias comunidades
de existenoia ilegal, pero respecto ele una de ellas,
compuesta casi en sn totalidad de estranjeros, halle–
vado el
rig~r
basta espulsarla del pais. La pode-rosa
comunidad
jesuitica
ele los padres lazaristas está ]toy
sometida
á
un proceso." [334]
§
so.
. 437. Salgamos de Francia, para ver lo que era
de
los jesúitas en otros Estados, clespues del restableci–
miento que hiciera de la compañia Pio .VII. El em–
perador Alejandro I, los espulsó de Rusia en térmi–
nos fuertes ds esta mancra-''cllos han separado de