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es cabalmente entonces, cuando
11.
de Hermópolis
se
empeña en apartar las precauciones y disipar todos·
los temores: como si dijera al prefecto de policía-no
}J.ayfuego sino en siete casas
ele
París-habitantes de
Barcelona, no Ós alanneis, solo hay siete casas
aco~
metidas de la fiebre amarilla.''
''Nosotros pensamos, que el establecimiento de los
jesuitas merece ser comparado de alguu modo al
in~
eendio,
á
la peste y á la, fiebre amarilla:
M . .
ele
lior~
mópolis no vé en ellos sino una raza nueva, enviada
de lo alto para salvar
y
purificar la Francia. El m
un~
do que_habita, es decir, el clero, la corte, el gobierno,
r;e hallan de tal n1odo impregnados de las supuestas
ventajas en el
establecin1~ento
de los jesuitas, que no
percibe
lo~
inconvenientes
ó
percibe pocos.
Entran~
do un dia en una tienda de perfun1es, creí que me
iba á asfixiar, mientras que el perf'un1ador, su ·n1ttjer
y
sus hijos se hallaban perfectamente. I-Ie aquí lo que
es un gobierno de largo tiempo perfumado de
jesui~
tas. El estómago de Mitriclates, que recibía diaria–
n1ente una gota de veneno, acal::1ó por hacerse
á
él. Su–
cede lo mismo con un ministro acostumbrado
á
tra~
garla al>surdidad de los j esuitas, queda.hecho."
El que así se
esp1~esaba
no era hon1bre sospechoso
á
los enernigos de la revolucion, ni debia serlo
al
clero,
cuyos intereses defendiera en la Asamblea coqstitu ...
yente de 1789, co1no diputado de la nobleza de Au- ·
hernia, diciendo así- "si los clespojais de sus palacios
ellos irán á vivir en las cabañas;
y
si les quitais sus
cruces de oro, las llevarán de palo; una cruz de palo
ha salvado el mundo."
~1ontlosier
era adicto álamo'"
:narquía, fué emigraclo; p.ero espantado despues de los
progresos que el j esuitiswo
y
las congregaciones ha–
bian hecho bajo la r estauracion,
y
del peligro á que,
~~egun
su juicio
1
arrastraba esta nueva invasion á la
monarqul.a., concibió la idea de denunciarla á la
opi~
' nion pública: Con este moti\;o escribió entre otras
cosas así-"millones de Ít'anceses :fieles no pudiéron
. preservar
á
Luis
XVI
de la suerte de Carlos
I:
tan
fqerte era la impulsion dada
á
las
opiniones ¡)opql3¡.,