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más comprendí lo que era nuestra compañia: su

go~

bierno es una .facultad aparte, que ni los provinciales

la entienden: es P\eciso estar en el empleo en que yo

estoy, para empezarla á entender"-Las cartas escri–

tas por el general, los asistentes

y

provincial, debían

quemarse en muriendo aquel superior á quien se di–

rijieran. Se. empleaban tambien otros n1edios, como

disimular á los padres en 1nisiones lo que· no se les

pasaría sin espulsion on los colegios,

y'

lisonjeados

con vanas alabanzas.''

·

277. "Pero sin perjuicio de las ·anteriores, supie–

ron emplear otras precauciones los padres de la com–

pañia-Preocupar á los demas con una falsa idea de

las misiones, y para que el testigo por apasionado

á

doméstico, no se

h~ciese

sospechoso, se echó mano de

un espulso de la misma compañia, el Dr.

J

arque,

quien prestó su nombre para una obra, en que se pin–

ta la

Iglesia guaranica

n1as perfecta que la primitiva

de

J

erusalen. Y como los estrangeros empezaban á

murmurar del :reino jesu.ítico, buscaron pluma de

mas alto vuelo en el célebre Muratori, que dió á luz

el cristianismo feliz,

donde en vez de Q.ocumentos verí–

dicos, le surtieron de los alegres sueños que los pa–

dres habían tenido, ó que querían tuviesen los de–

mas hombres. Y pues los padres se hallaban entro–

nizados y creidos infalibles oráculos, todo el orbe de

los píos se infatuó con estas falsas relaciones, y llo–

vieron gracias, privilegios y elogios de personas cali–

ficadas, mirando como Ílnpíos á los enemigos de la

compañia. Ademas, aunque cerraban la puerta á los

españoles, la abrían á los superiores españoles que

pudiesen servir. Un Obispo 6 un gobernador <tniigos ·

servian infinito al asunto de los padres; pues costea–

dos, regalados, adorados y esperanzados de mayores

ascensos, veían, admiraban y aplaudían todo, sin en–

tender una palabra á los indios,

y

oyendo solo las li–

sonjas,de los padres, á quienes dejaban un panegíri–

'co con que era canonizada su conducta. Pero un

Obispo como el

s~ñor

Cárdenas,

6

un gobernador

como el señor Barua, que

quisies~n

visitar esos pue-

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