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por creer qué ellos habían irritado al Papa contra la

Hepública, haciéndole entender, que con un poco de

firmeza, sus censuras tendrían en Venecia el mismo

efecto que habían tenido en Ferrara. Se supo ademas,

que desde el principio de la contienda los j esuitas des–

pacháran al padre Posevino donde su general Aqua–

viva, para arreglar á sus órdenes la conducta que de–

bían guardar en el entredicho: que solicitaban

á

las

clemas órdenes regulares á seguir su ejemplo: que a!

salir de Venecia, tuvo el Senado que darles una guar–

dia, para impedir que el populacho se echára sobre

ellos, como eepias, traidores

y

gentes vendidas al go–

bierno español: que despues de su salida mandó el Se–

nado levantar un proceso jurídico, ele donde resulta–

ba, que muchos padres y maridos se habían quejado

de no encontrar en sus

h~jos

y

en sus esposas el res–

peto

y

la ternura que se les clebian, por haberles he–

cho entender los jesuitas, que sus padres

y

maridos

-estaban excomulgados: que sehabian interceptado car–

tas de un jesuita al Papa, informándole que solo en

la ciudad de Venecia habia mas ele trescientos jóve–

nes ele la primera nobleza, prontos

á

obedecer al Pa–

pa ciegamente en cuanto les manclase: que el Senado

habia descubierto, que estos relijiosos

se servian de la .

confesion

p~tra

saber los secretos ele familia y del Esta–

do; y que en su precipitada retirada ele Bergamo y Pa–

dua,

y

cuando no tuvieron tiempo ele quemar sus pape–

les, se encontraron muchas cartas que lo acreditaban."

"Con tales rumores, que (se hacían correr para ha–

cer

odios~

la compañia

á

todo el pueblo, se hizo pÚ·

blica una carta de Estanislao Pnouski al padre Po–

sivino, Rector del colejio ele Padua, la que pueden

pasar de vista los lectores en el lugar que citamos,

,

donde el historiador continúa así-"á tantos repro·

ches, falsos quiza, y por lo menos muy amargos,

ee unió una nueva capaz de irritar los espíritus con–

tra la compañia. Un jesuita predicó en Parma contra

los preparativos que se hacían en Venecia para el Car–

naval. Reprobó tales gastos, y dijo, que valiera mas

emplearlos en la guerra que el Papa tenia razon para

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