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§.
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382.
Ya hemos hablado del asesinato cometido por
J
acobo Clemente en la persona del Rey Enrique III,
accion celebrada y aprobada por el P. Mariana de la
compañia, que co1no oímos ya, llamaba al asesino–
gloria eterna
á
la Francia.
Pero no fué solo el P. Ma–
riana el que alabando
á
J acobo Clemente, deshonró
la memoria del Rey difunto. "Un cura de San Be–
nito, llamado Juan Boucher, había escrito un libro
contra Enrique III, y despues de su muerte lo circu.
laron por todas partes los jesuitas. El libro estaba di·
vidido en cuatro partes, que contenían cuanto de ma–
lo podía publicarse, y llevaba el esoudo jesuítico. Se
justificaba la rebelion, sin aguardar excomuniones del
Papa ni juicio del Parlamento."
Años antes, reinando Carlos IX, en el furor de los
predicadores "se hacían notables los principios de
los jesuitas, segun los cuales, no se debía hacer paz
con los herejes, no había obligacion de guardarles la
palabra empeñada, era accion piadosa y saludable
quitarles la vida, y todos los cristianos debían tomar
las armas para esterminarlos. Citaban al caso textos
de la Biblia."
[285]
Era rey de Francia en
1593,
Enrique IVy trató de
asesinarle un tal Pedro Barriere. Constaba del inter–
rogatorio, que "se dirijió al cura de San
Andres~
Cristobal Aubry, para declararle su intencion de
matar al Rey; y él cura le dijo, que estaba bien pen–
sado, y que ganaría grande gloria en el paraíso: que
el dicho cura le hizo ver que era preciso que "\1sitase
á
un jesuita q·ue le nombró, y era el P. Varade, Rec–
tor del colegio de París, el cual alabó la empresa, ex–
hortándole
á
tener valor, y despues de animarle, le
aseguró que ganaría el paraíso." Otros defienden al
P. Varade, y alegan, que "cuando en el año sjguien–
te el abogado de la Universidad echó en cara
á
los
je~
suitas el aventado ele Varade, no supo probarlo, y Íos
de la compañia se defendieron."
[289]
En
1594,
Juan Chatel se propu:so cometer el mis..