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-227-

en-monte, que nnnca vino tnn á próposito un nsesina–

to, para servir

á

los que tenian que temerlo todo ele

Enrique IV,

y

que fueron poderosos despues de su

1nuerte." [289]

383. Tambien en I-Iolanda se sentia el influjo de

los fautores de asesinos. Guillermo, Príncipe de Ornn–

je se halló espuesto varía veces,

y

al fin quedó muer–

to por la mano de Baltazar Gerad. I-Iecho preso des–

pues de su atentado, declaró por escrito, que ha,bien–

do consultado su designio con cuatro jesuitas

y

un

franciscano, todos se lo aprobaron, y uno de aque1los

le dijo, que si moria en la empresa, seria bienaventn–

do

y

mártir." Sucedía esto en 1584,

y

en 1598 se in–

tentó otro asesinato contra 11auricio, Príncipe tam–

bien de Oranje como el primero. "Pedro Panne, na–

tural de Ipres en Flandes

y

ton elero de oficio, fué es–

timulado por su mujer, muy devota de los jesuitas,

y

por un sirviente ele estos, llamado Melchor Vando–

walle, para que asesinase

á

1fauricio, Príncipe de

Oranje, con lo que saldría ele sus deudas, y arreglaría

sus .negocios. I>erplejo se halbbaP::mne, y el sirvien–

te do los jesuitas le dijo, que fuese á hablar con los

padres en Dovay. Encontró ahí al provincial y al

l{ector, que hablaron del asesinato proyectado, ha–

ciéndole grandes ofrecimientos, y el provincial em–

pleó media hora en hacerle presente lo piadosa y me–

ritoria que seria tal obra, un gran sacrificio para con

Dios, y digna del paraíso, matando

á

un tal hombro

que estraviaba tantas almas. Le añadia que ejecuta–

do el hecho, avisaría el mejor modo de salvarlo, y

que en el caso de ser tomado y

perd~r

la vida, estu–

viese seguro de que luego entraría á la vida eterna, y

en cuerpo y alma seria trasportado al Cielo. Propues–

tas y aceptadas las promesas, se confesó Panne con el

provincial, recibió la comunion, y en la despedida le

dijo éste-id en paz; vais como el ánjel de la guardia de

])ios. El pobre Panne fué sorprendido en su mal pro–

pósito, juzgado y condenado, para escarmiento, de–

cian los jueces,

á

fin de que nadie se deje seducir en

~delante

por la sanguinaria y asesina secta ele los je-