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hallo que este decreto fuese aprobado 'por el Papa:
?\Iartino V, ni por Eugenio
IV,
ó
sus sucesores. El
objeto de los padres era refrenar la licencia de los hu–
sitas, que reputaban decaido de su autoridad al Prín–
cipe, por algun crírnen que cometiera;
y
la vanidad
de Juan Pequeño, que escusaba el asesinato del Du–
que de Orleans cometido por el Duque de Borgoña,
como si fuera lícito n1atar al tirano por autoridad pri-
~
yada. Esta es 1n i sentencia en que puedo errar como
hombre."
[261]
Los lectores habrán notado, que segun la pro–
pia r elacion ele] P. Mariana, ninguna Asamblea na–
cional había declarado á Enrique
III,
destituido del
reino,
y
enemigo público: era una guerra civil en
que si cada partido creía tener de su parte la ra–
zon, no despojaba al .Príncipe del derecho de su
legi–
timidad
reconocida en esos siglos}para la sucesion al
trono. Y sin embargo
J
acobo Clemente anin1ado por
un partido, fuera ele su propio fanatismo, es alabado·
por .el P.
~1ariana
con1o "libertador de la !patria co–
mun,
y
como honra eterna de la Francia, que espió
una muerte 'con otra muerte, aplacando lo.s manes de
los Guisé con la real sangre de Enrique
III:"
el frau–
de y las insidias no le quitaron su gloria.
El Cardenal Belar1nino puso tambien su respetable
nombre entre los de sus hern1anos de la compañia,
pues reconociendo que á los eclesiásticos les está pro–
hibido matar, y principalmente
á
los reyes por insi–
dias, dice que "los papas no han acostumbrado conte–
ner
de esta manera
los atentados de los reyes, sino que
primero los corrijen paternalmente, despues los priva
de los sacramentos por medio de las censuras, y en fin
absuelven
á
los súbditos del juramento de fidelidad,
privándolos á ellos de toda dignidad y autoridad, si el
caso lo exije:
la ejecucion pertenece á otros."
Esta mane–
ra ele espresarse, como que diera
á
entender, que los
papas tuvieron cierto derecho horrible, que no han
acostumbrado ejercer, para reprimir
á
los reyes,
y
que
á
juicio del mismo Cardenal, puso en planta el primer
Papa,
matando
esta es su palabra,
á
Ananias
y
Safira,