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15±

~

N

o dejemos mal al padre jesuita,

y

acumulemos teS'–

timonios al caso, de los que se citan en las cartas pro–

vinciales y de los que no se citan, siguiendo nuestro

invariable 1nétodo de documentos, en defensa del se–

ñor Pascal, en vergüenza de sus impugnadores,

y

en

descrédito de máximas absurdas y

anti-cristia~s.

Empecemos alegando el notable

t~stimonio

del P.

Dicastillo, elector teólogo, profesor de teología esco–

lástica en Toledo y Murcia, intérprete de las sagra–

das letras en la ilnperial Universidad de Viena,

y

predicador dé la Emperatriz. Refiere el R. Padre, que

tuvo en · Hungría una reñida disputa con un reli–

gioso, cuyo nombre y órden callaba por justas cau–

sas, escandalizado ele que el P. Dicastillo sostuviera

con otros autores, que "levantar un falso testimonio

grave con el

ánimo de debilitar

el crédito de aquel que

levantó otro, era pecado venial por la n1entira, pero

no contra justicia," lo que

á

su juicio era escandalo–

so, pern , -íosímo

á

las buenas costumbres, y

á

la paz

de las repúblicas y de las comunidades. Trabajó en

apoyo ele su sentencia

e.l

P. Dicastillo un escrito, que

fué adoptado por diez y siete padres, todos ellos pro–

fesóres públicos en las universidades de Viena, _Pra–

ga y Gratz,

á

los que agregaba otros doctores

y

pro-

fesores." (232)

.

~Recuerden

nuestros lectores una ele las proposicio–

nes condenadas de que hemos hecho 1nencion,

y

era

la 44 ele las proscritas por Inocencio XI-"es proba–

ble que no peca mortalmente, el que imputa

á

otro

un falso crímen-, para defender su justicia

y

honor. Y

si esto no es probable, apenas habrá opinion probable

en. teología.'' Al examinar el P. Viva esta proposicion,

la atribuye

á

Caramuel, ele quien dice que

parece

que

se retractó. La sentencia de Caramuel no era original

y estaba concebida en estos términos que cita y copia

Pascal en la carta 15-"es constante, que es una opi–

nion probable, que no hay pecado mortal en caluln–

niar falsamente por conservar su honra; porque la

ens~ñan

ma.s de veinte doctores graves, Hurtado, Di–

castillo

&~

de., manera que, si esta doctrina no fuese