-122 -
suyo, si acaso hemos tenido alguno de pura a:ficíon,
y
sin es ucEo de la ci encia
ó
a,rte. ¿Cómo entrar en cues–
tiones con un astr/momo, nosotros qu e apenas podría–
mos distinguir unos de otros los planetas? Ni ¿cón1o
en ciencias naturales, por solo haberlas saludado, dis–
pnt ar
y
hacer fren t e á naturalistas consumadós? Y
así de todo lo demas.
En
tales casos no preferimos
absolutamepte el parecer ageno al nuestro, sino des–
pues de habernos convencido, de que así debemos ha–
cerlo para acertar: de suerte que, con verdad podemos
decir, ·que nos conformamos con nuestro propio jui–
cio, que nos cbnvence y dicta, que debemos seguir el
juicio de los intelijentes, si queremos proceder racio–
nalmente. De igual manera se conducen los ciegos
ó
muy escasos de vista, cuando se juzga de los colores
y de los objetos, cuyo conocimiento se adquiere por
los ojos.
Pero no todos los juicios y resoluciones han de Ue..
var ese rnmbo, sino que muchas veces basta el pare–
~er
propio en personas capaces ele formarlo, segun la
índole de la materia. Por ejemplo, y para seguir ade–
lante la última comparacion, si tratándose de colores,
el escaso de vista tiene que ceder y
d~be
ceder al jui–
cio de otros que la tienen perfecta, usará de su pro–
pia aptitud
~
facultad el que vea tan bien como los
demas, para conformarse ó no conformare con las ob–
servaciones de otros. Y tan cierto, que estos mismos lo
invitarían á mirar y juzgar por sí; lo que era reconocer
el derecho de cada uno á formar su juicio con sus me–
dios prQpios, como el último y mas seguro arbitrio
para proceder
y
acertar.
J_.o que son los objetos y la luz en las cosas mate–
teriales, lo son ciertas verdades en el órden de la in–
telijencia y de la moralidad. Las hay tan manifiestas,
qu~
no pueden ocultarse á los seres racionales por
atra;saefos que estuvieran en su earrer.a de hombres.
¿Qué h\jo, digno de llamarse bueno, se tendria por
obligado
á
denunciar á su padre y entregarle á la
In–
quislcion, porque se lo djjet·a su director espiritual,
ó
su
Obispo.
ó
el Papa, contra el dictámen de su propia con-