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pública literaria le debe mucho: trabajó para el bien
público, por utilidad comun."
(189)
Los lectores han visto, que el famoso P. Escobar,
honra y gloria del probabilis1no, presentaba en sus
problemas el
pró
y el
contra,
el
se puede
y el
no se pue–
de: porque aunque tiene cuidado de advertir, que por
espresarse de esa manera, no incurre en contradic–
cion ni en inconstancia, pues refiriendo las varias opi–
niones, se decide por alguna; como
él
sostiene tan de–
claradamente el probabilismo, hasta decir, que basta
la autoridad de un doctor para dar probabilidad á
una doctrina, y brinda al lector la e]eccion de la que
le pareciere y quisiere, resulta que al fin las aprueba
todas, para el caso de obrar con seguridad de con–
ciencia; mayormente cuando se escandaliza ele que
"no pueda ponerse en práctica una opinion pro–
bable en teoría." Por donde el P. Escobar es igual–
mente merecedor que Diana ele las alabanzas que se
prodigaron á este, por haber ofrecido resoluciones
varias y aun opuestas, y ser llamado Cordero de Dios
que quita los pecados del mundo. ¿Por qué no había '
de haber unjesuita que n1ereciese estos elojios? Y el
P.
Escobar no era solo en la compañia.
De la compañia era igualmente el P. Terillo, quien
apoyaba el probabilismo en este singular fundamen–
to- ninguna ley obliga, sin estár suficientemente pro–
mulgada: es así que cuando hay razones probables
para decir que es licíto seguir la opinion menos segu–
ra, no está suficientemente promulgada la ley que
manda la parte mas ségura: luego tal ley no obliga;
pues es ciertamente probable, que no está prohibida
la parte menos segura." "No aclvertían los proba–
~ilistas,
dice un docto y juicioso escritor, que en su
sentencia, no habrip, opinion probable que seguir;
y
que ademas, nuncafaltarianrazones en Escobar,-
TBJm~
burini, Viva, Lacroix
y
otros, para quitar su
p?om
ul~
gacion
á
la ley."
[190]
Parece que estos varones tr'abajaban como por me–
canísmo las reglas de moral, y publicaban de su fá–
brica opiniones teológicas. Sin embargo había entre