terio consienten en las novedades mismas
á
vist~t
de tan abier–
ta proteccion? Con que no es cierto el supuesto de que por el
delito de pocos se expele al comun. El particular de la Com–
pañia no puede nada: todo es del gobierno,
y
esta e8 la masa
corrompida de
la
cual dependen todas las acciones de los in–
dividuos, máquinas indefectibles de la voluntad de los supe·
rieres.
El punto de audiencia, ya le tocó el Consejo extraordina–
rio en su consulta de 29 de .!tnero, afirmando que en tales cau–
sas no tiene lugar, porque se procede no con jurisdiccion con–
tenciosa sino por la tuitiva y económica, con la cual se hacen
tales extrañamientos y ocupacion de temporalidades, sin ofen–
der en un ápice la inmunidad aun en el concepto mas escrupu·
loso conforme á nuestras leyes.
En este Breve se declama por la audiencia; en Francia se
negó á los parlamentos por la corte Romana la jurisdiccion, y
aun á eso alude el Breve buscando por jueces, obislJOS y religio–
sos en quienes influir a1uel ministerio á su árbitro
y
exponer
el reino
á
combustion.
El Arzobispo de Manila, el obispo de Avila y el padre
Pi–
nillos obispos son y religiosos: todos han convenido en la auto–
ridad real para tomar esta providencia, y aun en la necesidad
de ella, sin haber visto mas que las obras anónimas impresas
clandestinamente, ¿Qué dirían actuados de tanto cúmulo siste–
mático de excesos en la ·Compañia? ¿Que seguridad tendrá
Vuestra Magestad ni príncipe alguno catolico, si las causas de
infidencia en los eclesiásticos exentos dependiesen de la Corte
Romana en contradiccion con el gobierno político,
ó
del juicio
de obispos
y
religiosos haciéndolos jueces en causa propia? Con
estas máximas rereció la monarquía de los Godos en España
y el Imperio de Oriente.
Antonio Perez en sus advertencias políticas previene ha–
blando de los regulares que jamas han dejado de tener muy
gran parte en las conjuralliones y revelioneg que siempre cu–
bren con nombres falsos de religion,
y
a
si avisa el grar. cuida·
· do qne se debe de tener con ellos.
Y
porque Vuestra Magestad se persuada que aun los re·
ligiosos mismos y eclesiásticos piensan así, Fray Juan Marquez
dice que nada mas debe temer un soberano que
á
las comunida·
des poderosas. ¿Cual ha llegado
á
tan alto grado de poder com('
la Compañia, ni que haya abuaado de él tan abiertamente;
combatiendo los monarcas, los obispos
y
los Papas
á
rostro·
firme?
No
es solo la complicidad en el motin de Madrid la causa
de su
extrañamiento como
el
Breve lo da
á
conocer; es el espí·
l'itu de
fanatismo
y
de seduccion, la falsa
doctrin~
¡¡
el iutole·