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0ompañia
y
haber debido
sn
fundaoion en especial
á
San Ig.
ttacio
y
San Franoisoo Javier, no obstante que este último no
profesó en ella.
Pero al
mi~r
oo tiempo se omite el gran número de espA.·
ñoles virtuosos y
doct.os,oomo el obispo <ion
Fr.
Melchor Ca.
no, el arzobispo
de Toledo, D. J nan Silíceo, el obispo de Al–
barrasin Lanuza, el célebre Benito Arias Montano,
y
otros
insignes sugetos de aquellos tiempos que se opusieron cons–
tantemente al estable0imiento de este cuerpo, con presagios
nada favorables
á
el
y
entre ellos se debe contar á San Fran.
cisco de Borja, su tercer General, que empezó
á
discernir el
espíritu de la Compañia, y en el orgullo que le daban sus in–
módicos privilegios, consecuencias muy perniciosas para lo
sucesivo;
y
en verdad que este es un testimonio
irrepreensible
y
doméstico.
Su sucesor, el General Claudia Aguaviva, redujo
á
un to·
tal deRpotismo e) gobierno,
y
con pretesto de método de estu–
dios abrió la puertas
á
la relajacion de las doctrinas morales, ó
lo que se llama probavilismo: relajacion que tomó tanta fuerza,
que ya
á
mediados del siglo anterior no la pudo remediar el pa·
dre Tirso Gonzalez.
El padre Luis de Molina alteró la doctrina teológica,
apartándose de San Agustín
y
Santo Tomás, de que se han se–
guido escándalos notables.
El Juan Ardnino llevó el
exceptisi~mo
hasta dudar de las
~scrituras Sagrada~,
cuyo sistema propagó su discípulo el pa·
dre Isaac Berruguer, estableciendo la doctrina antitrinitaria
del arrianismo.
En la China
y
en el Malabar han hecho compatible
á
Dios
y
á
Belial, sosteniendo los ritos gentilieos y rehusando la obe–
diencia
(L
las decisiones pontificias.
En el Japon
y
en las Indias han perseguido
á
los mismos
obispos
y
á
hts otras órdenes religiosas con un escándalo que
no se podrá borrar de la memoria de los hombres,
y
en Europa
han sido fll centro
y
punto de reunion de los tumultos, rebelio–
nes y regicidios.
Estos hechos notorios al orbe no se ven atendidos en el
Breve pontificio ni las calificaciones de los tribunales mns so–
lemnes dé todos los reinos que los han declarado complices en
ellos.
El mismo padre Juan de Mariana escribió un tratado en
que manifestó la corrupcion de la Compañía desde que se adop–
tó el sistema del general Aguaviva, y se opuso
á
él con los pa ·
dres Sanchez, Acosta y otros célebres españoles, pero sin otro
fruto que hacerse víctima de la verJad.
Pe lo Q.ic4o se infjere, por mas
q.uese
¡>rodi~uen e~
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