-
26 -
mayor
abundctmiento traducido para la completa
inteligencia
de todos.
Los fiscales espusieron de palabra cuanto estimaron en
este asunto
y
con unanimidad de dictámen
ba
procedido el
Consejo, sin que por la brevedad se tuviese por necesario, qua
los fiscales estendiésen por escrito su respuesta por ser iden•
tica con el dictamen del Consejo.
En primer lugar, se ha advertido que las espresiones de
e¡¡¡te Breve carecen de aquella cortesanía de espíritu y modera·
cion que se deben á un rey como el de España y de las Indias,
y
á
un príncipe de las altas calidades que admira el Universo
en Vuestra Magestad, y hacen el ornamento de nuestra patria
y de nuestro Siglo.
Merecería este Breve que se hubiese denegado la admisión
reconociéndose antes su copia, porque siendo temporal la causa
de que se trata, no hay potestad en la tierra que pueda pedir
cuenta
á
Vuestra Magestad de sus descisiones, cuando Vuestra
Magestad por un acto de respeto dió, con fecha de 31 de Marzo,
noticia
á
Su Santidad de la providencia que había tomado oo·
mo rey, en terminos concisos, exactos y atentos.
Bien se hace cargo el Consejo que por ser la primera que
,;e recibe del Papa en este asunto, ha sido cordura admitir la
Carta
ó
sea Bt·eve, para apartar en esta providencia cuanto
sea posible todo pretexto de resentimiento
á
la Corte Romana.
Contienen las cláusulas de la Carta de Su Santidad mu·
chas personalidades para captar la benevolencia de Vuertra
Magestad, y disimuladamente se mezclan otras espresiones con
que el Ministro de Roma, en boca de Su Santidad, quiere cen–
surar una providencia, cuyos antecedentes ignora, é ingerirse
en una cáusa impropia de su conocimiento, y de que Vuestra
Magestad prudentemente ha dado
á
Su Santidad aquella noti·
cia de urbanidad y atencion que correspondía.
~l
contestar sobre loE! méritos de la causa, seria caer en el
inconveniente gravísimo de comprometer la Soberanía de
Vuestra Magestad, que solo á Dios es responsable de sus ac–
ciones.
No extraña el Consejo que el Papa, noticioso de la deter·
minacion tomada en España contra los regulares de la Com·
pañia, pasase su
intercesion
á
su favor, ya porque se sabe la
gran mano
y
poder de estos regulares en la curia romana, y
la declarada proteccion del cardenal Torrigiani, secretario de
Estado de Su Santidad, último confidente
y
paisano del Gene·
ral de la Compañia Lorenzo Ricci, sn confesor
y
director; pero
es muy reparable el tono que se toma en esta carta, nada pro–
pio de la mansedumbre apostólica.
l?reténqese co:q. es(_llamaciones ponderar
~l m~r~to
de la¡