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voluntades del Virrey y Rector de ellas le dieron en
propiedad la Cátedra de Prima de Santo Tomás, (del
Maestro de las Sentencias, dice Torres); Ieyóla muchos
años, siendo doctor y examinador de dicha Universi–
dad. Estas son sus letras. A su virtud se reducen el
celo grande, prudencia superior y constancia valerosa
para el gobierno que ha tenido en los principales prio-
ratos de la Provincia, convento Real de la Plata, con..
vento de Lima y Difinidor de la Provincia el año de
1641.
Su mucha nobleza consta de los aprecios
gran~
des con que todo el reino y en especial los Tribunales
mayores le estiman por nobilísimo, docto, capaz en
todas materias, á cuya atención le tuvo á su lado el
Virrey pasado del Perú, marqués de Mancera, para
que descargase su conciencia y la de su Majestad en la
expedición de aquella Monarquía>>. Regentó, pues, la
cátedra del Maestro de las Sentencias, hasta el año
1648 en que renunció á ella, para pasar á España en
calidad de confesor del Virrey n1arqués de Mancera,
con el cual salió del Perú en Abril de 1650. En la Cor–
te de Madrid fué también confesor del Nuncio, monse–
ñor Gaetano,
y
fundó el Santuario de Copacabana en
nuestro colegio entonces de Doña María de Aragón.
En 1655 pasó á Roma con los cargos de Definidor y
Procurador general de esta Provincia. En Roma fué
propuesto para obispo de Ripa Transona en la Marca,
pero no sé si aceptó. Fué también un notable escritor
y de el hablaremos más adelante.
Continuó la gloriosa
tradición de Jos anteriores en
]os magníficos claustros de.la Real Universidad lime–
ña el maestro fray Jaciñto de Ovando, ilustre hijo de
la Corte de España, fundador también del colegio de
San Ildefonso, discípulo predilecto del maestro Men–
doza, y el más celebrado profesor de Artes y Teología.
Regentando en el Convento la cátedra de Prima de
Teología pasó á Roma en calidad de Definidor y Pro–
curador general de esta Provincia en el año de 1627;
y
tanto en la Curia Romana como en la Española díó