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cátedra al Padre Saona, en competencia con el Maestro

Diego Ramírez, catedrático de Filosofía en San Mar–

cos·, y cura de la Parroquia de 8anta .Ana,

y

después

dignidad del Coro de Lima. Este venerable Maestro,

de apostólico celo y de profundísima humildad, des–

pués de obtener la cátedra pidió y obtuvo del Claustro

universitario el que le permitiesen regentarla, sin ob–

tar el grado de doctor, dignidad

y

título que él rehusó,

lo mismo que otras prelacias que le ofrecieron, hasta

la muerte. Leyó la cátedra hasta el año 1610, en que

se vió atacado de perlesía; renunció á éiia y se retiró

al Convento de Guadal upe, (Pacasmayo) llevando una

vida ejemplarísima hasta el año 1615 en que murió

santamente

á

la edad de 67 años.

Fué uno de los va–

ro!les de más apostólico celo que han tenido estos

re1nos.

El Padre Mtr. Fray Juan Martin Ormachea, oriun–

do de Vizcaya,

é

hijo de la provincia agustiniana de

Salamanca, Maestro graduado en Artes. Movido de la

caridad divina vino al Perú,

y

después de haber pasa–

do varios años en las serranías convirtiendo indios

y

difundiendo la verdadera civilización, salió tan docto

en el conocimiento de los idiomas indígenas, que era

señalado como uno de los primeros en el Perú, ense–

ñándoselas

á

los mismos naturales. Como estuviese

vacante la cátedra de lengua en la Real Universidad,

se opuso

á

ella y la obtuvo con beneplácito de todos,

y después de haberia regido por varios años murió en

1616.

El Padre Mtr. Fray Diego Pérez, peruano de Pa–

namá, como dice Torres, excelente_y famoso predica–

dor, de agudo ingenio y de exquisito gusto y de ame..

no y afable trato. Rigiendo esta Provincia, sucedió en

la cátedra de Sagrada Escritura allYitr. Fray Diego de

Casero, en ruda oposición con el ya citado Maestro

Diego Ramírez, varon doctísimo, de gran partido é

influencia en la ciudad. La cQmpetencia fué tan re–

ñida que el padre Pérez sólamente la Ilevó por cuatro