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muestras de peregrino ingenio y de prudencia, así en
las cuestiones literarias como en lo tocante al buen
régimen y gobierno de estos reinos.
En Roma presidió unas conclusiones generales,
como delegado por el ilustre convento de Salamanca,
en la celebracion del Capítulo general; hallándose pre–
sentes diez
y
siete Cardenales, que tributaron al maes–
tro Ovando calurosos elogios. Por lo cual el f>apa
Urbano VIII le nombró Penitenciario Apostólico de
todas ]as Indias Occidentales, dignidad extraordinaria,
que por segunda vez tuvieron religiosos de nuestra
Provincia peruana. Por el año de 1633 volvió al Perú,
donde presidió en nombre del reverendísimo padre
General el Capítulo Provincial celebrado en el mismo
año. En este capítulo fué elegido Prior
y
Vicario Pro·
vincial de Potosí, y en el Capítulo siguiente Definidor,
y
en el de 1645 Provincial del Perú.
Rigiendo la Provincia se opuso á la cátedra de
Teología de Vísperas de la Real Universidad, con tres
famosos competidores: el maestro fray Francisco de
la Carrera, catedrático de Teología en la Universidad,
de la·
R~al
Orden de Nuestra Señora de las Mercedes;
el doctor don Diego de Vergara, cura de la Parroquia
de Santa Ana, canónigo después de la Catedral de
Lima, y catedrático de Filosofía, y el Dr. D. Juan
Montalvo, Vicario de la villa de Pisco; y después Ra..
cionero de ]a Catedral de Lima, catedrático también
de Filosofía en la Real Universidad.
La cátedra, después de un reñido combate litera–
rio, se le adjudicó al Maestro Ovando por más de
qui~
nientos votos de exceso. Fué tan glorioso el triunfo,
que se celebró con públicas aclamaciones
y
elogios de
ingeniosos poetas, como afirma el tantas veces citado
padre Torres.
A los cuatro años, vacando otra vez la cátedra. se
opuso á ello
y
no teniendo competidor se le otorgó por
claustro pleno, némine discrepante, y habiendo llegado
á
oídas de Su Magestad sus relevantes méritos, le hi-