POR MANUEL
M.
SALA¡AR.
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a~egnraban
qne eu 8ns reµniones secretas
cometían
los
más vergonzosos desórdenes;
y
tortos combatían
á
esos homlwes silen–
ciosos, mústios, de costumbres severas,
qu~
despreciaban
á
los dioses, no adoraban
á
los emperadores, huían '<le las r euniones
populares
y
no se tomaban interés por
la.
prosperidad del lmperio. Así estalló con–
tra los fieles una violentft persecución:
~l
pueblo
los
denunciaba
á
los magistractos,
di solvía sus reu u
iones,
destruía
SHS
cat:rn.sy
lugares en que se
congre~aban,
se exta–
siaba de placer
á
la vista de los suplicios
á
qne
eran
condenados, en sus
<liversio11E>s
exclamaba:-'•¡Al Circo,
á
las ti.eras,
108
cristiano~!''
y
cometía. contra ellos las ma–
yores cru 1<ad s.
·
Persecución e los tilósofo!I.
- · Los fi163ofos
pn.ganos,
~uya s
J alsas (iloctrinas eran re–
chazadas por J'a
c iencia
cri~tiana,
se
decht–
r:iron también epemigos de· la. nueva. reli–
gión
y
la combatieron atamrndo la. persona.
de su funda.dor, las costumbres de loR fie–
les
y
los principios del Cristianismo. Los
qne más
se distinguieron
en. sus
escritos
contra. la Iglesia frteron -Celso
y
Porfldio.
SoBtenían éstos que JE>sucristo era uu im.
postor que había sitlo .ajnsticfado; sus mi–
la.groR, eran obras de magia; su
resm~ rec~
ción, una mentira,
y
la creeneja
<l@
un Dios
hecho hombre. un
monl!ltruo8o
absurdo. Los
Cristia~o8,
según ellos,
no
solo ern.n estú–
pidos
ateos,
sino
tambié11
malvados: en sus