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POR MANUEL

M.

SALA¡AR.

31

a~egnraban

qne eu 8ns reµniones secretas

cometían

los

más vergonzosos desórdenes;

y

tortos combatían

á

esos homlwes silen–

ciosos, mústios, de costumbres severas,

qu~

despreciaban

á

los dioses, no adoraban

á

los emperadores, huían '<le las r euniones

populares

y

no se tomaban interés por

la.

prosperidad del lmperio. Así estalló con–

tra los fieles una violentft persecución:

~l

pueblo

los

denunciaba

á

los magistractos,

di solvía sus reu u

iones,

destruía

SHS

cat:rn.s

y

lugares en que se

congre~aban,

se exta–

siaba de placer

á

la vista de los suplicios

á

qne

eran

condenados, en sus

<liversio11E>s

exclamaba:-'•¡Al Circo,

á

las ti.eras,

108

cristiano~!''

y

cometía. contra ellos las ma–

yores cru 1<ad s.

·

Persecución e los tilósofo!I.

- · Los fi163ofos

pn.ganos,

~uya s

J alsas (iloctrinas eran re–

chazadas por J'a

c iencia

cri~tiana,

se

decht–

r:iron también epemigos de· la. nueva. reli–

gión

y

la combatieron atamrndo la. persona.

de su funda.dor, las costumbres de loR fie–

les

y

los principios del Cristianismo. Los

qne más

se distinguieron

en. sus

escritos

contra. la Iglesia frteron -Celso

y

Porfldio.

SoBtenían éstos que JE>sucristo era uu im.

postor que había sitlo .ajnsticfado; sus mi–

la.groR, eran obras de magia; su

resm~ rec~

ción, una mentira,

y

la creeneja

<l@

un Dios

hecho hombre. un

monl!ltruo8o

absurdo. Los

Cristia~o8,

según ellos,

no

solo ern.n estú–

pidos

ateos,

sino

tambié11

malvados: en sus