POR MA.NUEL M. SALA7.#R.
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martir,io; porque el mundo encenagado en
los vicios no quería escuchar la moral pura
que el Cristianismo predicaba. Aunque to–
dos los poderes de .la tierra
~e
declararou
enemigos de la Iglesia, pu-eden considerar–
se
co.mosus
principales
·persegt:1idores
los
pueblos, los sábios ó
fi.lósC)fos
y finalmente
los
empera.do'l:'es. ·
Persecución de
·los
pnebtos.-Desde
que
el
Cristianismo principió
á
establecerse
en el
Impe1:io
Romano se hizo muy
sen–
sible la separación entre el pueblo pagano
y
los prosélitos del nuevo
cnlto. I.,o·s
gen–
tiles, nacidos
en el
seno
del
politeísmo, ha–
bían asociado el recuerdo de
su~
divinida–
des
á
todos @s
~ctos
de la. vida: los dioses
eran el obj eto d e su
educ~1·ción;
á
ellos se
encomendaban en sus desgracias
y
ueces·i·
dadí\s; eu
sus-
momentos
de <lucla.
consulta–
ban
á
sus oráculos,
y
áun muchos de sas
vicios
y
preocnpacioues eran hijos de sn
sis.tema religioso. Lo::; Cristianos, por
el
contrario, veían
en
las difüreutes di vinida.–
des otra.s tantcts representaeiones del espi·
ritu del mal; en las prácti0as piadosas de
los
paganos,
actos iuícuos de vergouzosa
idolatría.;
y
en sus
pre~cupa.ciones
y
vicios,
horribles pecados, escaudalosais infraccio–
nes do la
pura
moral evangélica.
No era.
menor
h1
oposicióa que existía en las cos–
tumbres:
los gent.íles
domina.dos
por sus
instintos éarnales solo pensaban en Jos go.
ces materiales, distinguiéndose por su
¡Ja,.