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catolica.,
y
no hubiese afectado querer realizar un objeto alhagüeño,
que esta desde gran tiempo había iniciado. Con el expecioso pre–
texto de la
1'eforma
de las costumbres del pueblo cristiano, que
habian estendido el contagio hasta el Santuario del Señor desde la
edad media, cuya reforma iban realizando paulatinamente los
Papas y los Concilios, )os
protestantés
arrebatando la sagrada Biblia
de las mapos de sus legítimos poseedores, declararon guerta
á
la
pureza incontaminable de los mas preciosos dogmas de la Iglesia
catolica. Aunque siempre la verdad de lá fe triunfó de la heregia y
le ha ido reconquistando su antiguo terreno, la lucha no ha cesado
todavía. Hoy dia los catolicos debemos rebatir contra De-Sanctis? y
los discípulos de Bayle, y Voltaire, casi los mismos ataques (con
solo la variedad de las formas), que lós Padres Tridentinos recha–
zaron y condenaron contra los jefes del protestantismo, Lutero y
.Calvino, y que mas tarde contra Kemnitz
y
Daillér rebatieron los
Belarminos, los Natales-Alejandro., los 'Vittasses con un ejército
formidable de teologos del catolicismo. Los argumentos que nues–
tros derrotados adversarios emplearon contra los dogmas impug–
nados, soh en la substancia los mismos que el Señor De Sanctis
emplea contra la confcsion sacramental,
y
que expresa en esta
forma:
«
Jesucristo, el bienhechor divino de la humanidad, ha traído
»
al mundo su E-vangelio de paz, para hacer gustar al hombre so–
, bre la tierra, una muestra anticipada de aquella felicidad que él
»
preparaba
á
sus elegidos en el cielo. Pero los sacerdotes se pose–
»
sionaron del divino Código, que Cristo babia dejado al pueblo,
»
lo hicieron su propiedad exclusiva, lo
recompusieron
primero, lo
»
deturparon despues
á
su beneplacito, haciéndole tantas añadidu–
>,
ras,
ha~ta
dejarle parecido al trage remendado de un arlequín.
»
En efecto, confesion., misas ... tanto se hallan en el Evangelio
»
cuanto se halla la tolerancia religiosa en el Alcoran ... El pri–
»
mero de los errores particulares de la Iglesia de Roma, conde-