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recogido las observaciones: la contro·
versia se limita
á
la manera de enten–
derse entre personas ilustra'das
á
la vez
que cuerdas.
(*)
Ni de otro modo ha dis–
currido el célebre Charcot, director del
gran Hospital de la Salpetriere en Pa·
rís, tan asombrado también por la inne·
gable realidad de los hechos, .que antes
de su muerte, los aceptó tal como fue·
ron atestiguados.
Levántese ahora el novelista Emilio
Zola y gríteles en su cara á tales
¡r
tan–
tos doctores: Ustedes no son mas que
una manada de tontos, burlados por
unos cuantos charlatanes; todas las
maravillas de. Lurdes, desde las apari–
ciones de la Virgen
i
Bernardita en 1858
hasta la última curación ahí acaecida en
presencia de diez ó veinte médicos, son
imposturas de alucinados
ó
de engaña–
dores. - Es un colmo de osadía ó de
atolondramiento, que no se sabe si exci–
ta más á compasión que á ira. Emilio
Zola se parece, en esto, al vocinglero
cuenta historias, que quisiese hoy per–
suadir al vulgo que las regiones de los
antípodas existen. tan sólo en el cere–
bro de los ilusos. ¿Qué podría replicár–
sele para hacerlo avergonzar? un sim–
ple
¡id
y
ved!
Y tal fué y es siempre
(*)
Loe. cit. lll Mai. 1392 pág. 34.